Page 141 - Luna de Plutón
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estaban encendidos. La gente salía afuera luciendo trajes distintos a los que llevaban
puestos por la tarde. Los elfos adultos eran personas muy tranquilas, con un
misticismo puro y casi visible que los rodeaba. Sin embargo, eran también seres
extremadamente pasionales, por lo que, cuando experimentaban un cambio en su
estado anímico, se dejaba notar con una fuerza increíble. Tal era el caso ahora mismo,
en la atmósfera general de Hamíl: muchos hablaban entre sí, otros, por el ceño sobre
sus ojos, estaban visiblemente enojados. Pasaron frente a un local colonial con vista a
los valles, donde un grupo estaba reunido viendo la televisión. Knaach supo que era
por el escape de Metallus; los elfos estaban inquietos por ello.
«¡Ahora mismo pueden estar dando vueltas cerca de Titán!» oyó decir a un
mercader, que estaba alterado. Hathor, Pisis y Tepemkau parecían, sin embargo,
completamente ajenos a este problema.
—Tepemkau se pregunta si Krang quiere ir a la playa…
—Knaach, me llamo Knaach, y no estoy de ánimo para ver la playa. ¿Qué hay de
interesante ahí?
—¡Pues que te puedes bañar en agua fresca y retozar en la arena!
—Lo que sí escai’ que tener cuidado con unas jaibas bien grandes y gordas —
advirtió Hathor—. Les gusta picarte las nalgas cada vez que te les acercas mucho.
—¡Sipi! Y no te sueltan más hasta que se mueren…
—¿Jaibas? ¿No son de casualidad cangrejos grises y enormes? Suficiente razón
para no ir.
—Aww, ¿por qué no?
—¡Porque no quiero que me pique una! A ver, ¿a alguno de ustedes no les han
picado nunca?
—A mí —dijo Pisis, señalándose al pecho con el dedo pulgar.
—¡Ajá! ¿Y no te dolió?
—No mucho porque Hathor me la sacó de encima dándole un mordisco.
El león se detuvo.
—¿Mordiste a una jaiba?
—¡Sipi! —se ufanó el chico, colocándose las manos a la cintura—. Y luego me la
comí como un sándwich.