Page 138 - Luna de Plutón
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penetrado en seco. Los dos lados de la fortaleza se separaron limpiamente; podían
verse los diferentes niveles y secciones que tenía la nave, como si hubiese sido un
cerebro diseccionado, antes de explotar. El otro crucero, millas más atrás, a la derecha,
fue ensartado también; el rayo lo perforó limpiamente, como un disparo, ocasionando
un hueco certero por donde entró y salió. Poco a poco, la nave perdió velocidad, se
estancó en el espacio, y colapsó en una nube de humo negro. El rayo siguió de largo,
hasta perderse de vista.
—¡La otra nave está desacelerando, su majestad! —gritó el ogro que fungía de
piloto principal—. ¡No se atreve a perseguirnos!
—Entonces ya es hora de escapar —intervino el anciano ministro Rockengard—.
Esto estará lleno de naves federales en pocos minutos.
—¡Cierto! —combino el rey—. ¡Sáquennos de los radares! ¡Esfumémonos!
—Quedaremos tan invisibles como cuando lo estábamos al entrar a rescatarlo.
Los ingenieros se pusieron manos a la obra: computarizaron los datos en sus
teclados, levantaron una serie de palanquitas en línea y, entre dos, movieron un largo
manubrio. Los bordes de la nave espacial volvieron a brillar, esta vez con un
resplandor azulado que se volvía poco a poco blanco. En segundos, la nave fue
envuelta en flujo hasta convertirse en una bola de luz, y dejando un espejismo atrás,
desapareció del espacio en un suspiro.
—¡Velocidad de la luz activada! Los hemos dejado comiendo polvo. Desactiven la
alerta roja, estamos fuera de peligro.
Toda la tripulación de la cabina se puso de pie y empezó a aplaudir. Claudia se
puso de pie y corrió a abrazar a su padre.