Page 133 - Luna de Plutón
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—Oh, es solo cuestión de tiempo para que lo hagan, mi queridísimo Mojo, él se
va a pudrir por el resto de su vida en un oscuro calabozo en Marte, que no te quepan
dudas de ello.
—Señor Cadamaren, ¿me va a dejar ser presidente de Iapetus cuando la compre?
—Preferiría verte morir lentamente… De hecho, preferiría incluso perder dinero
antes que darte ese tipo de responsabilidades a ti.
—¿Y de Io?
—Posiblemente te regale un volcán caliente en Io, para que le coloques tu nombre
—dijo sonriendo, mientras tomó con una de sus huesudas manos el copete de Mojo,
tirándoselo bruscamente.
El hombrecito vestido de Elvis profirió un alarido.
El juez vampiresco regresó a su puesto, no sin antes alargar la mano para pasarle a
Raah un documento. El elfo lo empezó a leer en silencio, mientras todo el resto de la
sala, incluidos los otros jueces, estaban a la expectativa. Finalmente puso el
documento sobre el escritorio y observó a Claudia, con un rostro todavía más severo
que antes.
—Aquí dice que, en efecto, hallaron a un ogro muerto en el tren aéreo, hace ya
siete días. Pero no era Kannongorff…
—Su Señoría —lo interrumpió Claudia, cuidadosamente—, yo conozco al agente
especial Kannongorff desde hace años, yo sé a quién vi en aquella camilla cuando me
bajé del tren.
—Posiblemente haya confundido el cadáver, pues todos los ogros se parecen —
intervino el juez vampiresco—: son grandes y con barba.
—Eso es igual a decir que usted confundiría a todos los plutonianos que conoce
de su hogar, porque son blancos, tienen ojeras y parecen muertos andantes —contestó
la chica, casi de inmediato— o que todos los elfos son idénticos porque tienen el pelo
claro y las orejas puntiagudas.
Aquellas palabras tan verdaderas dejaron tan callado al juez, y precedieron a un
silencio tan rotundo, que este se sintió humillado. Cerró la boca y vio a la ogro con
creciente ira.
—Entonces no queda otra opción más que dirimir que está mintiendo —concluyó