Page 134 - Luna de Plutón
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Raah—. El cadáver de Kannongorff fue hallado dentro de la Herschel Magnatino.
—¡Pues exijo que se haga una investigación forense! —exclamó Claudia,
levantando los brazos—. ¡No pudo haber sido él!
—Es obvio que la niña no tiene vergüenza alguna en hacernos perder tiempo solo
para jugar con nosotros, señores, voto porque resolvamos este asunto de una buena
vez —exclamó una voz desde los púlpitos más lejanos.
—De igual forma, Metallus tiene los pies tan hundidos en el fango, que la
investigación que sugiere su hija, en el supuesto caso que arroje un resultado que
favorezca la versión de ella, no cambiará en absoluto el hecho de que será encarcelado
por el resto de su vida. De paso, ya era hora de hacerlo, pues sin duda será un alivio
que desaparezca de la vida política del Sistema Solar.
Claudia experimentó tal rabia al escuchar esas últimas palabras que sintió que sus
ojos se humedecían nuevamente. Se dio media vuelta para observar a su papá.
Metallus estaba ahí, con la mirada vacía, frotando sus manos suavemente, sujetas
fuertemente por unas esposas. Su nariz ancha y redonda estaba roja. Los zapatos que
llevaban parecían rotos por los costados, y sus pantalones se veían sucios y
polvorientos. No le habían dejado cambiar de ropa tampoco.
—Entonces ya es hora de terminar este asunto —dijo Raah lentamente,
poniéndose de pie, como un felino a punto de dar cuenta de una presa.
Todos los jueces guardaron un sumiso silencio, viendo al elfo.
—Metallus del Titanium, por el poder supremo que me confiere la Hermandad
Federal de Planetas Unidos, he decidido cuál es su destino: pasará usted el resto de su
vida en la prisión Langrenos, en un cráter del planeta Marte. No volverá a ver un
amanecer ni un anochecer en los años que le queden —sentenció, con la mirada más
brillante y afilada—. También pierde usted el derecho de que su cuerpo sea llevado y
enterrado en su luna al morir, el día que eso suceda. En cuanto a su hija, por su corta
edad, será librada de todos los cargos, más que el de vivir sabiendo que es hija de
usted. Este juicio ha terminado.
Los demás jueces se pusieron de pie, lentamente, recogiendo las plumas y los
libros de sus escritorios.
—Espere un momento, por favor —musitó Metallus mansamente, en una voz que
no parecía la suya.
Claudia se estaba secando las lágrimas, mientras que los jueces le dirigían miradas
penetrantes.
—¿Qué sucede? —preguntó Raah, con expresión imperiosa.
—Quisiera decir algo…