Page 175 - Luna de Plutón
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conducta. Al final del pasillo, entraron a un cuarto que a Knaach le hizo recordar
muchísimo el tren aéreo de Plutón: estaba hecho de un vidrio compacto, grueso, pero
muy claro, que permitía ver las estrellas del exterior. Por un momento pensó que la
quietud dentro de la nave se debía a dichas paredes, que los protegían del
endemoniado vendaval vacío del universo. El león se sentó, y observó reflexivamente
a las estrellas. Desde ahí podía verse uno de los alerones de la nave espacial,
sobresaliendo como las extremidades de un ave de presa.
Hathor estaba en profundo silencio, cerca del vidrio.
—¿Estás bien?
—Sí —contestó el chico en voz baja, sin inmutarse.
Knaach se acercó, y rozó con su cabeza el codo del niño.
—Apuesto a que puedes oír muchas cosas desde aquí, ¿verdad?
—En los otros pasillos escuchaba muchas máquinas, muchas voces, pero aquí es
más tranquilo. Me gusta este lugar.
—A mí también.
Los dos se quedaron viendo el exterior por un largo rato.
—Oye, Hathor, ¿y desde aquí no escuchas más allá?
—Aún puedo escuchar una sala con motores…
—No me refiero a la nave, me refiero afuera, al exterior. ¿Puedes escuchar algo
que venga de ahí? ¿De las estrellas?
El chico guardó silencio, como concentrándose por percibir algo.
—No —dijo por fin.
—Ya veo, supongo que todo está demasiado lejos para poder oír nada. Y tampoco
creo que te encuentres con una paloma poniendo huevos en el ala de la nave.
El chico sonrió, sonrojándose.
—Knaach, me da miedo —confesó de pronto, en voz baja.
—¿Qué te da miedo?
—El silencio absoluto de este lugar. El silencio absoluto de afuera. Está tan solo,
está tan vacío, no hay nadie, todo parece desconocido.
—Pensé que anhelabas encontrar un sitio donde te sintieras a solas, por primera
vez —dijo el león, observando las estrellas.
—Y me gusta, me gusta por eso. Pero pienso que tengo miedo de estar lejos de
casa.
—O tal vez estés más cerca de ella. ¿Nunca te has preguntado de dónde vienes?
¿Cuál es tu origen?
—Nunca le pregunté a papá Panék.