Page 178 - Luna de Plutón
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Precioso.
—¡Por fin hemos llegado! ¿Creen que aquí me sirvan mi pie de chocolate?
—Seguramente… Oh, mira quién está ahí.
Los dos leones se detuvieron a ver a Kann con desagrado.
—¿No te parece que si tuviera un mínimo de decencia saldría de aquí ahora
mismo? —comentó Hermoso, en voz alta.
—No le hagas caso, sencillamente ignorémoslo y démosle la espalda —contestó el
otro, en igual tono.
—Tepemkau piensa que los leones son muy injustos con Kann.
—Ya, muchacho, no digas nada, no te preocupes —dijo el anciano, poniéndole
una mano al hombro.
—¡YA BASTA!
Todos en el lugar se quedaron viendo a Knaach, impresionados.
—¡Todos a su modo son unos ñoños insoportables! ¡INSOPORTABLES! —
bramó, furioso.
Acto seguido, el enorme gato puso ambas manos sobre la mesa, volcando una
bebida y encarando a Hermoso y Precioso.
—¡Ustedes dos! ¡SON LOS PEORES! ¡Los más insoportables! ¡Siempre
comportándose con aires de ridícula superioridad! ¡Siempre con esa jactanciosa,
arrogante, insufrible, delicada forma de ser! ¡¡Parecen un par de fresitas!!
—¿Estás diciendo que parecemos frutas? —preguntó Precioso, extrañado.
—¡Arrrrgh! ¡Siempre estuve preguntándome por qué los leones estábamos al
borde de la extinción, pero al conocerlos a ustedes supe por qué! ¡Son patéticos! ¡Se
creen unos reyes, pero en realidad no lo son, nunca fueron más que un par de inútiles
presumidos! ¡No pueden culpar a Kann de lo que le pasó al palacio porque este
NUNCA fue propiedad de ustedes SINO DE ÉL MISMO! ¡Él era el dueño, no ustedes,
par de zoquetes! ¡Nadie los ha querido nunca y nadie los quiere! ¿¡Qué acaso no ven
que no son en verdad los reyes de ningún sitio!? Ustedes están ahí siendo mantenidos
con lujos por… por… ¡DIOS SABRÁ POR QUÉ!
—Porque son los últimos en su especie, o por lo menos, eso creía hasta que llegó
Knaach —finalizó Kann.
Todos se quedaron callados, boquiabiertos, viendo al anciano elfo.
—¡Un momento! —gimió Hermoso—. ¡Demando saber qué sucede aquí!
—Me temo, mis queridos señores, que eso es parcialmente cierto.
—¡¿Parcialmente cierto?!
—Yo no soy un mayordomo, sino un veterinario.