Page 251 - Luna de Plutón
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Federal.
—Ese no es nuestro problema. No nos concierne a nosotros, los elfos.
—¿Aun cuando mañana puedas causarle un daño irreparable a los ogros, de
quienes ya nos hemos vengado?
—Los ogros tampoco son nuestro problema.
—Ya veo, entonces no esperes que te siga acompañando.
Ambos elfos quedaron sumergidos en un profundo silencio. Panék concedió la
dimisión de Degauss con su silencio, limitándose a observarlo mientras este se daba
media vuelta y salía del despacho. Pero Degauss apenas logró hacerse a un lado, para
evitar ser embestido por otro elfo:
—¡Shah! ¡Alerta roja! Panék, como por inercia, se levantó de su silla.
—¿Qué pasa?
—Los radares, ¡han detectado una nave espacial gigantesca acercándose a Titán a
gran velocidad!
El subterráneo del palacio de Hamíl seguía intacto, a pesar que sobre él yacían aún
algunas ruinas. Los pisos inferiores, bajo la plaza donde se construyó La Anubis,
seguían operando con una infinidad de máquinas y pantallas de impresionante
tecnología, que diferían por completo de la apariencia medieval del pueblo. Un puente
de acero que cruzaba un precipicio bajo tierra llevaba a una sala circular con un
monitor gigantesco en el centro. El lugar estaba a oscuras, irradiado por luces
fosforescentes y amarillas, con planos del Sistema Solar. Panék estaba frente a la silla
principal, un elfo de pelos desordenados tecleaba rápidamente sobre una computadora
táctil holográfica.
—¿Se han tratado de comunicar con nosotros?
—Sí, Shah, los hemos dejado en espera, y lo han aceptado. Sin embargo, es su
último mensaje lo que me preocupa.
—¿Qué dice?
—Léalo usted mismo.
El elfo apretó una tecla, y en la pantalla frente a él, que iluminaba su cara y le
confería una blancura espectral, apareció el mensaje:
ENTRÉGUENNOS LA TUNGSTENIO