Page 259 - Luna de Plutón
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por ello no te extrañe si todo esto me pone de mal humor.

       —Siempre puede ponerse peor, Panék, siempre…
       El copiloto señaló a la pantalla.

       —La Parca Imperial ya está a suficiente distancia para abrir fuego contra nosotros,

  Shah.

       —Entonces, básicamente, nuestra única ventaja viene a ser la velocidad, ¿no es
  así?

       Degauss asintió.

       —Bien,  pasen  toda  la  energía  de  los  láseres  a  los  motores,  quiero  la  máxima

  capacidad. ¡Piloto, aléjenos de ese monstruo! Ingeniero, encárguese que los motores
  estén óptimos y que su banco de energía reciba preferencia absoluta sobre cualquier

  otro sistema operativo de ingeniería, incluyendo la defensa.

       —¡Sí, Shah!
       —¡A la orden!

       —Degauss, si tienes algo que decir, dilo ya.

       —Sí, dispararemos a la cabeza de la nave, aun para la Parca Imperial, será muy
  difícil esquivar nuestros torpedos, cuenta eso como otra ventaja.

       —Lo haré. ¡En marcha! ¡Vayámonos ya!

       El  lobo  espacial  de  los  elfos  refulgió,  el  magma  expulsado  de  sus  motores,

  difuminándose en el espacio como un halo mágico, impulsó a La Anubis hacia delante
  y,  llevándolo  a  describir  un  arco  muy  veloz,  dejó  una  estela  dorada  tras  de  sí.  De

  fondo,  Titán  cubría  el  horizonte,  las  nubes  se  movían  alrededor  del  planeta  como

  testigos de la batalla. La Parca Imperial se dispuso a perseguir a La Anubis. El coloso

  espacial describió el mismo arco, doblándose sobre sí hasta estar de medio lado, como
  si fuese una enorme rueda, creando susurros en el vacío del espacio, dando la vuelta

  al hemisferio de la luna élfica.

       Un  elfo  muy  alto,  robusto,  con  una  de  sus  orejas  cubiertas  por  aros  de  plata,
  controlaba, con sendos guantes en las manos, que los contenedores de energía que

  servían  para  dar  materia  a  los  proyectiles  láseres  de  La  Anubis  estuvieran

  completamente apagados y tibios. Abrió sus ojos de águila y sus pupilas se dilataron.

  Movió la cabeza para observar hacia arriba, hacia el soporte del techo, las vigas, las
  columnas de metal plateado, y luego, el suelo. Los vellos que salían de la chiva negra

  que  le  crecía  en  medio  de  su  mentón  sobresaliente  empezaron  a  moverse,

  retorciéndose. Metió una mano entre la axila y el hombro del brazo contrario y con

  ello se zafó del guante. Acto seguido se colocó la mano sobre el mentón y sintió el
  cosquilleo.  El  elfo  se  colocó  de  vuelta  el  guante,  trotó  hasta  los  contenedores  y,
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