Page 304 - Cementerio de animales
P. 304
55
Louis había recuperado su sueño y su sueño le mantenía como en un trance; una y
otra vez, se miraba los brazos para cerciorarse de que llevaba un cuerpo envuelto en
una lona y no un saco de plástico verde. Ahora se daba cuenta de que cuando
despertó por la mañana después de que Jud le acompañara a enterrar al gato, él casi
no recordaba lo que habían hecho. Pero ahora volvía a descubrir lo vívidas que fueron
aquellas sensaciones, lo despiertos que tenía los sentidos, cómo parecían fundirse con
los bosques, estableciendo con ellos una especie de contacto telepático.
Louis subía y bajaba por el camino, recordando los sitios en los que parecía tan
ancho como la carretera 15 y aquellos otros puntos en los que se estrechaba de tal
modo que Louis tenía que andar de costado para que los extremos del paquete no se
engancharan en los matorrales, o los lugares por los que la senda serpenteaba entre
árboles tan altos como catedrales. Olía a resina y bajo sus pies crujían las agujas de
pino, pero tan levemente que la sensación era más del tacto que del oído.
El descenso se hizo más pronunciado y constante. Al poco rato, uno de sus pies se
hundió en el lodo…, el pantano. Arenas movedizas, según Jud. Louis bajó la mirada
y distinguió un agua estancada, macizos de juncos y unas plantas bajas y feas con
unas hojas enormes, casi tropicales. Aquella otra noche parecía haber más luz, era
más intensa la fosforescencia.
«Este trecho que viene ahora es como los troncos; tienes que andar con paso
firme y seguro. Sígueme y no mires abajo.»
«Sí, está bien… Y, a propósito, ¿habías visto plantas como éstas en Maine? ¿En
Maine o en cualquier otra parte? ¿Qué diablo pueden ser?»
«No te preocupes Louis. Ahora…, vamos allá.»
Louis siguió andando, mientras buscaba con la mirada entre la acuática
vegetación la primera elevación de tierra firme para asentar el pie y, una vez la
encontró, siguió adelante sin preocuparse más. Y sus pies parecían encontrar
automáticamente los pequeños promontorios.
«La fe es aceptar la gravedad como un postulado», pensó. Eso no se lo habían
dicho en clase de teología ni de filosofía. La frase la pronunció su profesor de física
de la escuela secundaria en vísperas de un fin de curso… y Louis no la había
olvidado.
Louis aceptaba que el cementerio micmac tenía el poder de resucitar a los
muertos y entró en el Pequeño Dios Pantano con su hijo en brazos, sin mirar abajo ni
atrás. En aquellos parajes había ahora más ruidos que a finales del otoño. Los pájaros
cantaban constantemente en los juncos; era un coro estridente que a Louis le pareció
extraño y repelente. De vez en cuando, una rana regurgitaba sordamente. Cuando
Louis había avanzado unos veinte pasos por el pantano, una sombra se lanzó en
www.lectulandia.com - Página 304