Page 305 - Cementerio de animales
P. 305

picado sobre él y le pasó rozando la cabeza… Un murciélago, quizá.
               La niebla empezó a rizar sus bucles a ras de tierra y fue cubriéndole los zapatos,
           las piernas y al fin envolvió todo su cuerpo en su blancura incandescente. A Louis le

           pareció que la luminosidad se hacía más intensa, era un fulgor palpitante, como el
           latido de un extraño corazón. El nunca había percibido en la naturaleza aquella fuerza
           casi palpable de ser real… posiblemente sensitivo. El pantano vibraba, pero no con

           sonido de música. Si alguien le hubiera pedido que definiera la naturaleza de aquella
           vida, él no habría sabido qué decir. Pero era sugestiva y poderosa. Dentro de ella,
           Louis se sentía muy pequeño y mortal.

               Entonces se oyó un sonido, otra cosa que Louis recordó de la otra vez: una risa
           chillona  que  terminó  en  sollozo.  Luego,  se  hizo  el  silencio  y  volvió  la  risa,
           alcanzando  un  agudo  demencial  que  a  Louis  le  heló  la  sangre.  La  niebla  rebullía

           blandamente en torno suyo. Se apagó la risa y sólo quedó el rugido del viento, un
           viento que se oía, pero no se sentía. Naturalmente que no; aquello era una hondonada,

           un repliegue geológico. De haber penetrado hasta allí, el viento habría hecho jirones
           aquella niebla…, y Louis no estaba seguro de desear ver lo que había debajo.
               «Tal vez te parezca oír sonidos de voces, pero son los somormujos del lado de
           Prospect. El eco llega muy lejos. Es curioso.»

               —Los  somormujos  —dijo  Louis,  y  apenas  reconoció  su  propia  voz,  por  lo
           cascada y horripilante que sonó. Pero parecía divertido. ¡Santo Dios, divertido!

               Vaciló un momento y siguió adelante. Como para hacerle purgar su vacilación, su
           pie resbaló y se hundió en el lodo, y a punto estuvo de perder el zapato al retirarlo de
           aquella sustancia viscosa que lo aprisionaba.
               La  voz  —si  voz  era—  volvió  a  oírse,  ahora  por  la  izquierda.  Al  cabo  de  un

           momento, sonó detrás de él… mismamente detrás de él, como si, de haber vuelto la
           cabeza,  hubiera  podido  ver  una  cosa  ensangrentada  a  menos  de  un  palmo  de  su

           espalda, toda dientes y ojos… pero ahora Louis no aminoró el paso, sino que siguió
           andando y mirando adelante.
               De pronto, la niebla perdió su fulgor y Louis advirtió que ante él flotaba en el aire
           una cara, sardónica y burlona. Los ojos, oblicuos como los de los viejos grabados

           chinos, eran de un gris amarillento, hundidos y brillantes. La boca estaba abierta en
           un  rictus  con  las  comisuras  de  los  labios  dobladas  hacia  abajo  y  el  labio  inferior

           vuelto hacia fuera, enseñando unos dientes manchados de negro y roídos. Pero lo que
           más extrañaba a Louis eran las orejas, que no eran tales orejas, sino cuernos y no
           cuernos del diablo, sino de carnero.

               Aquella  horrible  cara  flotante  parecía  hablar  y  reír.  La  boca  se  movía,  pero  el
           labio inferior seguía doblado, sin recobrar la forma natural. En él latían venas negras.
           Las aletas de la nariz tremolaban, como respirando y expulsaban un vapor blanco.

               Al acercarse Louis, la cara sacó la lengua. Era larga y puntiaguda, color amarillo




                                        www.lectulandia.com - Página 305
   300   301   302   303   304   305   306   307   308   309   310