Page 310 - Cementerio de animales
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               Rachel se daba cachetes hasta sentir alfilerazos en las mejillas, y, a pesar de todo,
           se le cerraban los ojos. Una vez despertó de golpe (estaba en Pittsfield y tenía toda la

           autopista para ella sola) y, durante una fracción de segundo, le pareció que docenas
           de ojos plateados y crueles la miraban parpadeando con avidez.
               Luego,  los  ojos  se  convirtieron  en  las  señales  reflectantes  de  los  pilares  de  la

           barrera. El Chevette se había desviado al arcén.
               Rachel  hizo  girar  el  volante  hacia  la  izquierda  y,  entre  el  chirrido  de  los

           neumáticos,  le  pareció  oír  un  ligero  roce  metálico,  producido  tal  vez  por  el
           parachoques  delantero  al  rozar  uno  de  los  pilares.  El  corazón  le  dio  un  vuelco  y
           empezó  a  latirle  con  tal  fuerza  que  ante  sus  ojos  aparecieron  unas  motas  que  se
           dilataban y contraían al compás de su percusión. Sin embargo, al momento, a pesar

           del susto y de que Robert Gordon estaba vociferando "Red Hot" por la radio, Rachel
           empezó a dormitar otra vez.

               Tuvo entonces un pensamiento disparatado. Sin duda era el cansancio, no podía
           ser otra cosa, pero empezaba a sospechar que algo trataba de impedirle que llegara a
           Ludlow aquella noche.
               —Es un disparate —murmuró, sobre un fondo de rock and roll. Trató de reír, pero

           no  podía.  No  podía.  Porque  la  idea  persistía,  y,  en  plena  noche,  tenía  una  tétrica
           verosimilitud. Empezaba a sentirse como un muñeco de dibujos animados sujeto en la

           banda elástica de un gigantesco tiragomas. El infeliz tiene cada vez más dificultad
           para  avanzar  hasta  que,  al  fin,  la  resistencia  de  la  goma  iguala  la  potencia  del
           corredor…  y  la  inercia  acumulada…  ¿Qué…?  Física  elemental…  Una  fuerza  que
           trataba  de  retenerla…  «tú  no  te  metas…»,  y  todo  cuerpo  en  reposo  tiende  a

           permanecer en reposo… «El cuerpo de Gage, por ejemplo…», pero cuando se pone
           en movimiento…

               Esta vez el chirrido de los neumáticos fue más estridente y el roce, más fuerte. El
           Chevette arremetía contra los cables de la valla, se oía el siseo de la pintura al saltar,
           dejando al descubierto el metal de la carrocería que rechinaba. Durante un momento,

           el volante no respondió, y Rachel pisó el freno a fondo, sollozando. Esta vez se había
           dormido  del  todo,  ya  no  había  sido  dar  una  cabezada  sino  que  se  había  quedado
           dormida, y hasta soñaba, a cien kilómetros por hora, y de no ser por la valla…, o si

           llega a haber el puntal de un paso elevado…
               Estacionó  el  coche  en  el  arcén  y  lloró  con  la  cara  entre  las  manos,  perpleja  y
           asustada.

               «Algo trata de mantenerme apartada de él.»
               Cuando le pareció que había recobrado el control de sus movimientos, reanudó la
           marcha. La dirección parecía estar bien, aunque suponía que tendría problemas con



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