Page 308 - Cementerio de animales
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cansancio… de forma momentánea. Contaba mentalmente los escalones mientras
subía hacia el frío, entrando en aquel río incesante de viento, ahora más fuerte, que le
agitaba las ropas y hacía sonar la lona que envolvía a Gage con detonaciones secas
como las de una vela desplegada.
Levantó una vez la cabeza y vio un gran revoltijo de estrellas. No consiguió
reconocer ninguna constelación y bajó la mirada, inquieto. A su lado estaba la pared
rocosa, astillada, con estrías, quebradiza, insinuando aquí la forma de un barco, allí,
la de un tejón, más allá, un rostro ceñudo, de ojos hundidos. Sólo los escalones que
habían sido tallados en la roca eran lisos.
Louis llegó a lo alto de la escalera y se quedó quieto, con la cabeza baja,
oscilando, respirando con fatiga, como si sollozara. Sus pulmones eran como vejigas
perforadas y le parecía tener una astilla clavada en el costado.
El viento le bailaba entre el pelo y le rugía en los oídos como un dragón.
Esta noche era más clara. ¿Estaba nublado la otra vez, o sería que él no quiso
mirar? Ya no importaba. Pero ahora veía y lo que vio le hizo sentir otro escalofrío.
Era igual que el Cementerio de Animales.
«Pero eso ya lo sabías tú —se decía al contemplar los montones de piedras que un
día fueron "cairns"—. Lo sabías, o hubieras tenido que saberlo: no exactamente
círculos concéntricos, sino una espiral…»
Sí, encima de aquella mesa de roca, de cara a la fría luz de las estrellas y a los
oscuros espacios interestelares, había una espiral gigantesca, formada por Manos
Varias, como habrían dicho los antiguos. Pero no se veían "cairns"; todas las piedras
estaban desparramadas; habían rodado cuando lo que estaba enterrado debajo volvió
a la vida… y salió arañándolas. Sin embargo, las piedras habían quedado de manera
que la forma de la espiral permanecía visible.
«¿Alguien habrá visto esto desde el aire? —pensó Louis distraídamente,
recordando los dibujos trazados en el desierto por algunas tribus de indígenas de
América del Sur—. ¿Y qué habrá pensado el que lo haya visto?»
Se arrodilló y dejó el cuerpo de Gage en el suelo, con un gemido de alivio.
Por fin, su mente empezó a discurrir con más claridad. Sacó el cuchillo y cortó la
cinta que ataba el pico y la pala. Las herramientas cayeron al suelo con ruido
metálico. Louis se tendió de espaldas, con los brazos y las piernas extendidos y
contempló las estrellas inexpresivamente.
«¿Qué era esa cosa del bosque? Louis, Louis, ¿de verdad piensas que puede tener
un buen desenlace una obra que tenga a semejante personaje en el reparto?»
Pero ya era tarde para volverse atrás, y él lo sabía.
«Además —argumentó—, aún puede salir bien; no hay ganancia sin riesgo, y,
quizá, ni riesgo sin amor. Siempre puedo recurrir a mi maletín, no el que está abajo,
sino el que guardo en el estante de arriba de nuestro cuarto de baño, el que envié a
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