Page 332 - Cementerio de animales
P. 332
—¿Cómo?
—Que si le dieron un sedante —dijo Louis, irritado.
—Oh, sí, sí. Le dieron una píldora y volvió a dormirse.
—¿Dijo algo? ¿Qué fue lo que la asustó? —Los nudillos de la mano que sostenía
el teléfono estaban blancos.
En el otro extremo del hilo se hizo el silencio, un silencio largo. Esta vez Louis
no apremió a Irwin, por más que lo deseaba.
—Eso fue lo que asustó a Dory —dijo Irwin al fin—. Ellie dijo muchas cosas
antes de ponerse… Antes de que el llanto le impidiera hablar. La misma Dory
estaba…, ya sabes.
—¿Qué dijo?
—Dijo que Oz el Grande y Terrible había matado a su madre. Pero no lo dijo así.
Dijo… dijo «Oz el Ggande y Teggible» que era como lo decía nuestra otra hija.
Nuestra hija Zelda. Louis, yo preferiría preguntarle esto a Rachel, pero, dime, ¿qué
sabe Eileen de Zelda y de la forma en que murió?
Louis tenía los ojos cerrados. El mundo parecía oscilar ligeramente bajo sus pies,
y la voz de Goldman parecía llegarle a través de una espesa niebla.
Tal vez oigas sonidos como de voces, pero no son más que los somormujos del
lado de Prospect. El eco llega lejos.
—Louis, ¿estás ahí?
—¿Se pondrá bien? —preguntó Louis. Su propia voz sonaba lejana—. ¿Han
hecho un diagnóstico?
—Un trauma psíquico provocado por la muerte de su hermano —dijo Goldman
—. La ha visto mi propio médico, Lathrop. Es muy bueno. Dijo que tenía un grado de
fiebre y que cuando despertara esta tarde quizá no se acordara de nada. Pero a mí me
parece que Rachel debería volver. Louis, estoy asustado. Y tú también debes venir.
Louis no respondió. El ojo de Dios mira al gorrión, o eso decía el buen rey Jaime.
Pero Louis, un ser muy inferior, miraba las huellas de barro.
—Gage ha muerto, Louis —decía Goldman—. Comprendo que aceptar eso tiene
que ser muy duro, tanto para Rachel como para ti. Pero vuestra hija está viva y os
necesita.
«Sí, lo acepto. Puede que seas un cabrito estúpido, Irwin, pero tal vez aquella
pesadilla que viviste con tus hijas un día de abril de 1965 te dio cierta comprensión.
Ella me necesita, pero yo no puedo ir porque mucho me temo que tengo las manos
manchadas de la sangre de su madre.»
Louis se miraba las manos. Miraba la tierra que tenía debajo de las uñas que se
parecían mucho a la tierra de aquellas pisadas que había en el suelo de la cocina.
—Tienes razón —dijo—. Saldremos para allá en cuanto podamos. Quizá
lleguemos esta misma noche. Gracias por todo.
www.lectulandia.com - Página 332