Page 336 - Cementerio de animales
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               Louis  se  paró  en  el  bordillo  para  que  pasara  un  camión  Orinco  cargado  de
           fertilizante, que venía zumbando, y cruzó la carretera en dirección a la casa de Jud,

           arrastrando su sombra que apuntaba al oeste. Llevaba en la mano una lata abierta de
           Calo, alimento para gatos.
               Church, al verle acercarse, se irguió con mirada alerta.

               —Hola, Church —dijo Louis contemplando la silenciosa casa—. ¿Quieres tomar
           un bocadito?

               Puso la lata encima del maletero del Chevette y se quedó mirando cómo Church
           saltaba rápidamente del techo del coche y empezaba a comer. Entonces Louis metió
           la  mano  en  el  bolsillo  de  la  chaqueta.  Church  volvió  la  cabeza,  tensando  los
           músculos, como si le hubiera leído el pensamiento. Louis sonrió y se alejó del coche.

           Church volvió a comer, y Louis sacó una jeringuilla del bolsillo, rompió la bolsa de
           papel  y  la  llenó  con  75  miligramos  de  morfina.  Volvió  a  guardar  la  ampolla

           multidosis en el bolsillo y se acercó a Church que una vez más le miró con recelo.
           Louis sonrió al gato y dijo:
               —Come, come, Church. Así, muy bien… Ajajá, vamos allá. —Acarició el lomo
           del animal, sintió cómo éste se arqueaba y cuando Church volvió a comer, Louis le

           agarró por las hediondas ancas y hundió toda la aguja en el muslo.
               Church pareció electrizarse. Se debatía, bufaba y arañaba. Pero Louis no le soltó

           hasta que hubo vaciado la jeringuilla. Entonces Church saltó al suelo silbando como
           una  tetera  y  mirándole  con  furia  y  rencor  en  sus  ojos  turbios.  Aún  tenía  la  aguja
           clavada y la jeringuilla colgando que luego se desprendió y se rompió. No importaba.
           Louis tenía más.

               El gato se fue hacia la carretera, luego dio media vuelta y regresó a la casa, como
           si  recordase  algo.  A  mitad  de  camino,  empezó  a  tambalearse  como  un  borracho.

           Llegó hasta la escalera, subió el primer peldaño y cayó, quedando tendido de lado en
           la senda de cemento, respirando débilmente.
               Louis miró al interior del Chevette. Por si necesitaba confirmación de lo que le

           anunciaba aquella piedra que tenía en lugar de corazón, allí estaba el bolso de Rachel,
           el pañuelo del cuello y un fajo de pasajes de avión que asomaban de una carpeta de
           Delta Airlines.

               Cuando  Louis  se  volvió  otra  vez  hacia  el  porche,  el  costado  de  Church  había
           dejado de temblar. Church había muerto. Otra vez.
               Pasando por encima de él, Louis subió las escaleras del porche.

               —¿Gage?
               El recibidor estaba fresco. Fresco y oscuro. La palabra cayó en el silencio como
           una piedra en un pozo profundo. Louis arrojó otra.



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