Page 334 - Cementerio de animales
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desde luego, y ahora tú formas parte de su poder. Porque se ha cebado en tu dolor…
Más aún, se ha duplicado, se ha triplicado, se ha multiplicado hasta el infinito. Pero
no sólo se alimenta de dolor. También ha devorado tu razón. Y la brecha fue la falta
de conformidad, algo muy corriente. Te ha costado a tu mujer y te ha costado también
a tu mejor amigo, además de tu hijo. Ni más ni menos. Cuando te descuidas y tardas
más de la cuenta en ahuyentar lo que viene a llamar a tu puerta en plena noche, lo que
te encuentras es esto: la oscuridad total.»
«Ahora debería suicidarme —pensó—, y seguramente estará en el programa,
¿no? Tengo el equipo en el maletín. Todo ha estado muy bien traído desde el
principio. El cementerio indio, el "wendigo", lo que sea, obligó al gato a salir a la
carretera, y tal vez obligó también a Gage, y trajo a casa a Rachel, pero, eso sí, cada
cosa en su momento. Sin duda está previsto que me suicide… y las ganas no me
faltan.»
«Pero antes hay que dejar las cosas bien arregladas, ¿no?»
Tenía que ocuparse de Gage. Gage andaba por ahí. En algún sitio.
* * *
Siguió las huellas por el comedor, la sala y la escalera. Allí estaban borrosas
porque él las pisó al bajar, sin darse cuenta. Entraban en el dormitorio. «Ha estado
aquí —pensó Louis, sorprendido—. Aquí mismo.» Y entonces vio el maletín abierto.
Su contenido, que él mantenía siempre minuciosamente ordenado, estaba
revuelto. Pero Louis no tardó en descubrir que faltaba el bisturí, y se cubrió la cara
con las manos, y se quedó un rato sentado en la cama, gimiendo de desesperación.
Luego, volvió a abrir el maletín y se puso a buscar.
Otra vez abajo.
El chasquido de la puerta de la despensa al abrirse. El de un armario que se abría
y se cerraba. El zumbido del abrelatas eléctrico. Por último, la puerta del garaje. Y la
casa quedó vacía al sol de mayo, tan vacía como aquel día de agosto del año anterior,
en que esperaba a sus nuevos ocupantes… Como esperaría a otros en el futuro. Tal
vez, una pareja de recién casados sin hijos (pero con ilusiones y proyectos). Una
pareja joven y brillante que bebería vino Mondavi y cerveza Löwenbräu. Él podría
ser el jefe del departamento de créditos del Banco del Nordeste y ella, diplomada en
higiene dental o con tres años de práctica de ayudante del optometrista. Él cortaría
leña para la chimenea y ella llevaría pantalón de pana con peto y recogería hierbas de
otoño en el campo de Mrs. Vinton, para hacer un centro de mesa, con el pelo peinado
con cola de caballo, una nota luminosa bajo el cielo gris, totalmente ajena al buitre
invisible que planeaba en las alturas. Los nuevos dueños de la casa se felicitarían de
su falta de superstición y su sensatez al haberse quedado con la casa a pesar de su
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