Page 125 - El cazador de sueños
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Queda de un inteligente que te cagas. En adelante, piensa, cuidará su lenguaje;
aunque intuye que no sabrá hacerlo, que es de los que están condenados a hablar mal
toda la vida.
—Tío, no me vengas con religión y política —dice Henry, aún riendo—. Si tienes
una foto de Tina Jean Schlossinger enseñando el chocho, quiero verla.
Beav, entretanto, se ha excitado de manera visible: tiene rojas las mejillas, los
ojos brillantes, y se mete otro palillo en la boca teniendo a medias el anterior. Las
cremalleras de su chaqueta, la misma que llevó su hermano durante cuatro o cinco
años, tintinean más deprisa.
—¿Es rubia? —pregunta—. ¿Es una rubia que va al instituto? ¿Una que está
buenísima? Y con… —Pone las manos delante del pecho, y al ver que Jonesy asiente
sonriendo, se gira hacia Pete y dice—: ¡Sí, burro, la reina de este año para la fiesta de
ex alumnos! ¡Salió su foto en el periódico! ¡En la carroza, con Richie Grenadeau!
—Sí, pero luego, en el partido, perdieron los Tigers, y Grenadeau se partió la
nariz —dice Henry—. La primera vez que juega el equipo del insti de Derry contra
otro de primera, uno del sur de Maine, y van los muy capullos…
—Los Tigers son una puta mierda —interviene Pete.
El béisbol de instituto le interesa un poco más que la temida equis, pero no
mucho. En fin, ya sabe quién es la tal Tina Jean, y se acuerda de la foto del periódico:
ella en un camión tapado con flores y al lado el quarterback de los Tigers, los dos con
coronas de papel de aluminio, sonriendo y saludando al público. Ella tenía una
melena ondulada, tipo Farrah Fawcett, y llevaba un vestido sin tirantes, enseñando la
parte de arriba de las tetas.
Por primera vez en su vida, Pete siente deseo de verdad. Es una sensación carnal,
roja y espesa, que le pone dura la polla, le seca la saliva y hace que le cueste pensar.
Los coños son interesantes, pero la idea de verle el coño a alguien del pueblo, a la
reina de la fiesta de ex alumnos… eso ya excita mucho más. Es, como dice la crítica
de cine del Derry News de las películas que más le han gustado, «de visión
imprescindible».
—¿Dónde? —pregunta a Jonesy, sin aliento. Se imagina a la tal Tina Jean
Schlossinger esperando el autobús en la esquina, riendo con las amigas y sin
sospechar que el niño que pasa al lado de ella ha visto lo que hay dentro de su falda o
sus vaqueros, que sabe si tiene el pelo del coño del mismo color que el de la cabeza.
De repente Pete está como una moto—. ¿Dónde está?
—Allá —dice Jonesy, señalando la nave roja de ladrillo que servía de garaje a los
hermanos Tracker.
Tiene hiedra en los muros laterales, pero el otoño ha sido frío, y la mayoría de las
hojas ya están muertas y negras. Hay algunas ventanas rotas, y el resto están sucias.
El edificio, a Pete, le da un poco de miedo. En parte porque los mayores, los del
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