Page 138 - El cazador de sueños
P. 138
Henry, al darse cuenta, suelta un ruido medio de reconocimiento medio de risa. ¡Qué
casualidad! ¡Parece mentira! Han venido a verle el coño a la reina de la fiesta de ex
alumnos, y ¿a quién encuentran? ¡Ni más ni menos que al rey, que por lo visto ha
interrumpido su temporada por una simple rotura de nariz, y se entretiene así
mientras el resto del equipo entrena para el partido de la semana!
Richie Grenadeau no ha observado la expresión de Henry, y no sabe que le ha
reconocido. Mira fijamente a Jonesy. Al principio, el sobresalto y la sinceridad del
tono de asco de Jonesy hacen que retroceda un paso. Después se da cuenta de que el
chico que se ha atrevido a dirigirse a él con aquel tono recriminatorio tiene como
mínimo tres años y cuarenta kilos menos. La mano recupera su firmeza.
—Voy a hacerle comer esta mierda —dice—, y luego, si quiere, que se vaya. Tú
ya puedes abrirte, mocosete, o te doy a ti la mitad.
—Eso, fuera —dice el tercero de la banda. Richie Grenadeau es corpulento, pero
éste le supera: mide metro noventa y pico, y tiene toda la cara roja de granos—. Fuera
o…
—Ya sé quién sois —dice Henry
La mirada de Richie se desplaza hacia él, llenándose de dos cosas: duda y cabreo.
—Vete, niñato. Lo digo en serio.
—Eres Richie Grenadeau. Salía tu foto en el periódico. ¿Qué te crees que dirá la
gente cuando le contemos lo que te hemos visto hacer?
—No podrás contarle nada a nadie, porque estarás muerto —dice el tal Duncan,
cuyo pelo, sucio y rubio, le llega hasta los hombros—. Venga, abríos. Arreando.
Henry le ignora y sigue mirando a Richie Grenadeau. No se siente asustado, y eso
que seguro que los tres mayores podrían machacarles. Le hierve por dentro tal
indignación que no sabía que pudiera sentirla. No cabe duda de que el niño
arrodillado en la grava es retrasado, pero no tanto como para no entender que los tres
mayores querían hacerle daño, que le han arrancado la camiseta y que luego…
Henry nunca ha estado tan cerca de recibir una paliza, y nunca le ha importado
tan poco. Da un paso adelante apretando los puños. El niño solloza con la cabeza
inclinada; es una nota sostenida en el cerebro de Henry, una nota que alimenta su ira.
—Pues yo pienso contarlo —dice. Es una amenaza de niño, pero a él no le suena
como tal. A Richie, por lo que parece, tampoco, porque retrocede un paso y vuelve a
aflojar los músculos de la mano donde lleva la caca de perro. Por primera vez se le ve
inquieto—. Tres contra uno. ¡Y encima subnormal! ¡Joder! Esto lo cuento. ¡Y encima
te conozco!
Duncan y el grandullón (el único que no lleva chaqueta del instituto) se colocan a
la altura de Richie, cada uno en un lado. El niño en calzoncillos se queda detrás, pero
Henry sigue oyendo su monótono sollozo, como un martilleo en la cabeza que le está
poniendo nervioso de la hostia.
www.lectulandia.com - Página 138