Page 141 - El cazador de sueños
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mala idea, y más ahora, estando casi todo arreglado. A una parte de Henry le da rabia
           que lo esté, pero el resto casi tiembla de alivio.
               —Oye, y ¿a ti qué te importa? —le pregunta Richie Grenadeau—. ¿Por qué te lo

           tomas así?
               Henry tiene ganas de contestar con otra pregunta. Le gustaría preguntarle a Richie
           Grenadeau cómo ha sido capaz, y no sería una pregunta retórica. ¡Qué manera de

           llorar! ¡Dios mío! Pero se queda callado, porque sabe que el muy gilipollas podría
           tomarse cualquier cosa como una provocación, y entonces la habrían cagado.
               Es una especie de baile. Casi parece los que se aprenden en primer y segundo

           curso.  Mientras  Richie,  Duncan  y  Scott  van  hacia  el  camino  de  entrada  (con
           tranquilidad,  queriendo  demostrar  que  se  marchan  porque  quieren,  no  porque  le
           tengan miedo a una pandilla de maricones que no van ni al instituto), Henry y sus

           amigos empiezan por plantarles cara, y después retroceden en fila para interponerse
           entre los mayores y el niño, que sigue de rodillas y en calzoncillos.

               Al llegar a la esquina del edificio, Richie se detiene y les mira por última vez.
               —Nos volveremos a ver —dice—. Uno a uno o todos juntos.
               —Eso —asiente Duncan.
               —¡Veréis el mundo por una cámara de oxígeno! —añade Scott. Henry vuelve a

           acercarse peligrosamente a la risa. Reza por que no diga nada ninguno de sus amigos,
           y ninguno habla. Casi es un milagro.

               Tras la última mirada de amenaza de Richie, desaparecen los tres por la esquina.
           Henry,  Jonesy  y  Beaver  se  quedan  solos  con  el  niño,  que  se  balancea  sobre  las
           rodillas sucias y orienta al cielo blanco su cara manchada, ensangrentada y llorosa, su
           cara de incomprensión. Se preguntan los cuatro qué hacer. ¿Hablar con él? ¿Decirle

           que está a salvo, que se han marchado los malos y que ya no corre peligro? No lo
           entendería. ¡Y qué extraña manera de llorar! Parece mentira que los mayores fueran

           capaces  de  oírlo  y  seguir,  aunque  fueran  tan  malos  y  estúpidos.  Más  tarde  Henry
           llegará a comprenderlo (más o menos), pero de momento es un misterio.
               —Voy a intentar una cosa —dice Beaver.
               —Lo que quieras —dice Jonesy con voz temblorosa.

               Beaver avanza unos pasos y mira a sus amigos. Es una mirada peculiar, mezcla de
           vergüenza, desafío y (sí, Henry juraría que sí) esperanza.

               —Como se lo contéis a alguien —dice—, no vuelvo a dirigiros la palabra.
               —Menos rollo —dice Pete, cuya voz también tiembla—. ¡Si sabes hacer que se
           calle, adelante!

               Beaver se queda un rato de pie donde había estado Richie cuando quería obligar
           al niño a comerse la caca de perro. A continuación se arrodilla. Henry observa que en
           los calzoncillos del niño, que son de tipo short, también hay personajes de Scooby-

           Doo, igual que en la fiambrera.




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