Page 148 - El cazador de sueños
P. 148
Jonesy también sonríe.
—Duddits —dice—, ¿cuál es el perro?
El niño retrasado le mira sin dejar de sonreír, pero con cara de extrañeza.
—El perro —dice Henry—. ¿Cuál es el perro?
Ahora el niño mira a Henry con más cara de sorpresa que antes.
—¿Cuál es Scooby, Duddits? —pregunta Beaver. Duddits pone cara de entender y
señala con el dedo.
—¡Ubi! ¡Ubiubidú! ¡E perdro!
Se parten todos de risa, incluido Duddits. Entonces silba Pete, y se ponen en
marcha. Cuando han recorrido tres cuartos del camino de entrada, dice Jonesy:
—¡Esperad, esperad!
Corre hacia una de las ventanas sucias de los despachos y se asoma, poniendo una
mano a cada lado de la cara para que no le moleste la luz. De repente Henry se
acuerda de a qué habían venido. Por el cono de Tina Jean como se llame. Parece que
hayan pasado mil años.
Después de unos diez segundos, Jonesy les llama:
—¡Henry! ¡Beav! ¡Venid! ¡El niño que se quede!
Duddits le mira con los ojos brillantes y la fiambrera apretada contra el pecho.
Después de un rato asiente con la cabeza, y Henry corre para reunirse con sus amigos
al lado de la ventana. Tienen que ponerse muy juntos, y Beaver se queja de que le
está pisando alguien, pero se arreglan. Más o menos al minuto llega Pete, que se
extrañaba de esperarles tanto rato en la acera, y mete la cara entre los hombros de
Henry y Jonesy. He aquí la escena: cuatro chicos mirando por la ventana sucia de una
oficina, tres de ellos haciendo pantalla con las manos, y otro, el quinto, que se ha
quedado detrás, entre las malas hierbas del camino de entrada, sujetando su fiambrera
contra un pecho menudo y mirando el cielo blanco, donde hace esfuerzos por
aparecer el sol. Detrás del cristal sucio (donde sus frentes apoyadas dejarán señales
en forma de media luna) hay una habitación vacía. El suelo está lleno de polvo, y de
varios renacuajos deshinchados que Henry reconoce como condones. En una pared, la
de delante de la ventana, hay un tablón de anuncios con un mapa del norte de Nueva
Inglaterra y una foto Polaroid de una mujer levantándose la falda, pero no se le ve el
chocho, sólo las bragas blancas. Tampoco es una chica de instituto. Es vieja. Como
mínimo tiene treinta años.
—¡Pero bueno! —acaba diciendo Pete, que mira a Jonesy con cara de indignación
—. ¿Para esto hemos venido?
Primero Jonesy se pone a la defensiva, pero después sonríe y mueve el pulgar por
encima del hombro.
—No —dice—, por él.
www.lectulandia.com - Página 148