Page 199 - El cazador de sueños
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           En  la  zona  de  operaciones  sólo  había  una  tiendecita  que  llevaba  el  nombre  de
           Supermercado Gosselin. Los primeros miembros de la brigada de limpieza de Kurtz

           llegaron poco después de que empezara a nevar. Cuando llegó el propio Kurtz, lo cual
           ocurrió  a  las  diez  y  media,  ya  acudían  refuerzos.  La  situación  empezaba  a  estar
           controlada.

               La tienda se bautizó como Blue Base One. El cobertizo, el establo contiguo (en
           mal estado, pero en pie) y el corral llevaban el nombre conjunto de Blue Holding. Era

           donde ya estaban confinados los primeros detenidos.
               Archie Perlmutter, el nuevo ayudante de campo de Kurtz (el de antes, Calvert,
           había  tenido  la  poca  oportunidad  de  morirse  de  un  infarto  hacía  menos  de  dos
           semanas) tenía una tablilla de clip con una docena de nombres. Perlmutter viajaba

           con un ordenador portátil y un Palm Pilot, pero resultaba que en Jefferson Tract, de
           momento, el equipamiento electrónico estaba ESR: Escacharrado Sin Remedio. Los

           primeros dos apellidos de la hoja eran Gosselin: el viejo que llevaba la tienda y su
           mujer.
               —Están a punto de traer a más —dijo Perlmutter.
               Kurtz echó un simple vistazo a los nombres que tenía Pearly en la tablilla y se la

           devolvió. Detrás de donde estaban había varías caravanas aparcadas, más una serie de
           remolques en proceso de nivelación. Los operarios también estaban montando postes

           con focos. Cuando se hiciera de noche, estaría todo tan iluminado que parecería el
           estadio de los Yankees en una final.
               —Se  nos  han  escapado  dos  por  esto  —dijo  Perlmutter,  enseñando  la  mano
           derecha y separando un centímetro el pulgar y el índice—. Venían a comprar, más

           que nada cerveza y salchichas.
               Perlmutter tenía la cara blanca, y en cada mejilla una rosita silvestre. Tuvo que

           hablar  muy  alto,  porque  el  nivel  de  ruido  aumentaba  por  momentos.  Llegaban
           helicópteros de dos en dos y aterrizaban en la carretera asfaltada de un carril que iba
           hasta la interestatal 95, desde donde había dos alternativas: ir hacia el norte hasta un

           poblacho (Presque Isle) o ir hacia el sur y pasar por varios poblachos (empezando por
           Bangor y Derry). En sí los helicópteros no tenían ninguna pega. En la medida en que
           los  pilotos  no  tuvieran  que  recurrir  al  sofisticado  instrumental  electrónico  que

           llevaban instalado, y que también estaba ESR, servirían.
               —¿Y han vuelto a entrar o se han marchado? —preguntó Kurtz.
               —Han  vuelto  a  entrar  —dijo  Perlmutter  con  la  mirada  huidiza.  No  conseguía

           enfrentarse  con  la  de  Kurtz—.  En  el  bosque  hay  una  especie  de  carreterita.  Dice
           Gosselin que se llama Deep Cut Road. En los mapas normales no aparece, pero tengo
           uno especial que…



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