Page 202 - El cazador de sueños
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—Lo siento —susurró Perlmutter. Y era verdad.
Estaba llegando un autobús escolar. A fin de no chocar con la batería de
helicópteros, iba muy lento, con las ruedas izquierdas en la zanja y tan inclinado que
amenazaba con volcar. A un lado, en letras grandes y negras sobre fondo amarillo,
ponía: DEPARTAMENTO ESCOLAR DE MILLINOCKET. Era un autobús
requisado. Dentro iban Owen Underhill y sus hombres. El equipo A. Para Perlmutter
fue un alivio verlo. Los dos habían trabajado con Underhill, aunque en momentos
diferentes.
—Cuando anochezca habrá médicos —dijo Kurtz—. Todos los que te hagan falta.
¿De acuerdo?
—De acuerdo.
A medio camino del autobús, que frenó delante del único surtidor de gasolina que
tenía Gosselin, Kurtz se miró el reloj. (Era de los de cuerda, porque en la zona no
funcionaban los de pilas.) Casi las once. ¡Caramba, qué deprisa pasaba el tiempo al
divertirse! Le acompañaba Perlmutter, pero en sus pasos ya no quedaba ningún
entusiasmo de cocker spaniel.
—De momento, Archie, míralos bien, huélelos, escucha las mentiras que te
cuenten y documenta cualquier Ripley que veas. Porque me imagino que sabes lo del
Ripley…
—Sí.
—Mejor. No lo toques.
—¡Ni muerto! —exclamó Perlmutter, y enrojeció.
Kurtz esbozó una sonrisa, igual de falsa que la mueca anterior de tiburón.
—¡Muy buena idea, Perlmutter! ¿Tienes máscaras respiratorias?
—Acaban de llegar doce cajas, y han enviado…
—Perfecto. Necesitamos fotos polaroid del Ripley. Y mucha documentación.
Prueba A, Prueba B y todo el rollo. ¿Me entiendes?
—Sí.
—Y que no se escape ninguno de los… invitados, ¿eh?
—No, claro.
Se notaba que Perlmutter estaba escandalizado por la idea. Kurtz tensó los labios,
haciendo que el esbozo de sonrisa volviera a convertirse en mueca de tiburón. Los
ojos vacíos taladraron a Perlmutter, que tuvo la impresión de que alcanzaban hasta el
centro de la Tierra. Se le ocurrió la pregunta de si al final de la operación saldría
alguien de la base. Aparte de Kurtz, por descontado.
—Prosiga, ciudadano Perlmutter. En nombre del gobierno le ordeno que prosiga.
Archie Perlmutter vio caminar a Kurtz en dirección al autocar, de donde se estaba
apeando un personaje achaparrado: Underhill. Nunca se había alegrado tanto de verle
a alguien la espalda.
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