Page 205 - El cazador de sueños
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El despacho de Gosselin olía a salchichón, puros, cerveza y azufre: o pedos o huevos
podridos, consideró Kurtz. Quizá ambas cosas. También flotaba un olor casi
imperceptible a alcohol etílico. El de «ellos». Ahora lo impregnaba todo. Quizá otra
persona hubiera tenido la tentación de atribuir el olor a una combinación de nervios y
demasiada imaginación, pero a Kurtz nunca le había sobrado ninguna de las dos
cosas. Al margen de ello, como ecosistema viable, los doscientos o trescientos
kilómetros cuadrados forestales cuyo centro era la tienda le parecían tener poco
futuro. A veces no había más remedio que decapar un mueble hasta la madera y
empezar desde cero.
Kurtz se sentó al escritorio y abrió uno de los cajones. Dentro había una caja de
cartón donde ponía QUIM. 710 UNIDADES. Un punto a favor de Perlmutter. La
cogió y la abrió. Contenía varias mascarillas de plástico transparente, de las que
tapaban la boca y la nariz. Le lanzó una a Underhill y él se puso otra, ajustando las
cintas elásticas con rapidez.
—¿Hay que ponérselas? —preguntó Owen.
—No lo sabemos. Y no te sientas privilegiado, ¿eh?, que dentro de una hora las
llevará todo el mundo. Menos los de la zona de confinamiento, se entiende.
Underhill se colocó la mascarilla y ajustó las correas sin añadir más comentarios.
Kurtz se quedó sentado y apoyó la cabeza en un cartel de la OSHA, la administración
de sanidad y seguridad laboral, el de la enésima campaña.
—¿Funcionan?
La voz de Underhill apenas acusó la mediación del plástico, ni lo empañó. No
parecía que tuviera poros ni filtros, pero Owen descubrió que podía respirar sin
dificultades.
—Funciona con ébola, con ántrax y con el nuevo supercólera. ¿Que si sirve de
algo con el Ripley? Supongo. Si no, la joderemos, chavalín. Hasta puede que ya la
hayamos jodido, pero está en marcha el cronómetro y ya ha empezado el partido.
¿Qué, tengo que oír la cinta que debes de llevar en el trasto que te cuelga del
hombro?
—No hace falta que la oigas entera, pero sería conveniente que te pusiera una
muestra.
Kurtz asintió con la cabeza, dibujó un círculo en el aire con el índice y se reclinó
en la silla de Gosselin.
Underhill se descolgó la grabadora del hombro, la dejó encima de la mesa delante
de Kurtz y apretó el PLAY. Se oyó una voz de robot: «Intercepción radiofónica
multibanda. 62914A44. Este material posee el calificativo de reservado. Hora de la
intercepción 06266, catorce de noviembre, dos cero cero uno. La grabación del
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