Page 22 - El cazador de sueños
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Jonesy a Massachusetts, pero Jonesy y Carla han salido a cenar, cosa que no hacen
casi nunca, y se pone la niñera, que le pregunta si quiere dejar algún recado.
Pete está a punto de decir que no, pero cambia de opinión en el último momento:
—Nada especial. Dile que ha llamado Pete y que ha dicho MMDD.
—M… M… D… D… —La niñera lo apunta—. ¿Sabrá qué…?
—Sí, sí —dice Pete—. Tranquila.
La medianoche le pilla borracho en cualquier antro de New Hampshire. Intenta
decirle a una chica igual de borracha que él que de pequeño estaba convencido de que
sería el primer ser humano en pisar Marte, y, aunque ella asiente y repite varias veces
«ya», Pete sospecha que lo único que entiende es que le gustaría, a ella, otro carajillo
de brandy antes de cerrar. Pues vale. No pasa nada. Mañana se despertará con dolor
de cabeza, pero no faltará al trabajo, y quizá venda algún coche. O no. La vida sigue.
Quién sabe, tal vez venda el Thunderbird granate. Hubo un tiempo en que las cosas
no eran así, pero ese tiempo ha pasado. Ahora siempre es todo igual, todo MMDD.
Pete supone que se acostumbrará. Creces, te haces adulto y tienes que adaptarte a
recibir menos de lo que esperabas. Descubres que la máquina de sueños tiene un
letrero grande de NO FUNCIONA.
En noviembre irá a cazar con sus amigos. Como ilusión de futuro, es suficiente;
eso o una mamada de la chica borracha en el coche, una mamada tosca y con mucho
carmín. Querer más es una receta segura para llevarse disgustos.
Los sueños, para los niños.
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