Page 27 - El cazador de sueños
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— ¡QUE YA VALE! —chilla Barry Newman—. ¡NO SIGAS! ¡ERES UN
MONSTRUO!
Pero Henry no puede. No puede. Ve la línea, y cuando se ve la línea no se puede
no verla.
—… a menos que despiertes de este sueño envenenado donde vives. Mira,
Barry…
Barry, sin embargo, no quiere ver nada. Nada de nada. Sale corriendo por la
puerta con un terremoto de nalgas, y Henry se queda solo.
Al principio se queda sentado sin moverse, oyendo el trueno final de la manada
de búfalos condensada que es Barry Newman. La sala contigua está vacía; no tiene
recepcionista, y la huida de Barry señala el final de la semana. Mejor. Buena la ha
armado. Va al diván y se tumba.
—Doctor —dice—, acabo de cagarla.
— ¿Cómo, Henry?
—Le he dicho la verdad a un paciente.
—Pero, Henry, ¿saber la verdad no nos vuelve libres?
—No —se contesta a sí mismo, mirando el techo—. Para nada.
—Cierra los ojos, Henry.
—Como usted diga, doctor.
Cierra los ojos. Ya no hay habitación, sino una oscuridad que se agradece. Henry
se ha hecho amigo de la oscuridad. Mañana verá a sus demás amigos (al menos a
tres), y volverá a parecerle bien la luz. Ahora, en cambio… Ahora…
—Doctor…
—Dime, Henry.
— ¿Sabe qué le digo? Que esto es un caso clarísimo de otro día del mismo rollo.
— ¿Qué quiere decir, Henry? ¿Para ti qué significa?
—Todo —dice con los ojos cerrados, y añade— : Nada.
Pero es mentira, y no es la primera que se cuenta en la sala.
Se queda tumbado en el diván, cerrando los ojos y juntando las manos en el pecho
(como un cadáver en un velatorio), y al poco tiempo se duerme.
Al día siguiente se reúnen los cuatro en Hole in the Wall, y son ocho días
geniales. Pronto terminarán las cacerías fabulosas; quedan pocas, pero claro, ellos no
lo saben. Aún faltan unos años para la verdadera oscuridad, pero se acerca.
La oscuridad se acerca.
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