Page 253 - El cazador de sueños
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educación que había recibido la mujer en cuestión que con los sentimientos que
albergara hacia el borracho de su novio.
En fin, poco importaba. Ahora la cuestión era que Henry consideraba que ya tenía
fundamento para una deducción sólida. Pete había salido de debajo del tejado caído.
Entonces había llegado Jonesy (o lo que gobernara a Jonesy, la nube), había dado un
rodeo hacia los restos del cobertizo y había recogido a Pete.
¿Por qué?
Henry no lo sabía.
Las manchas que crecían en la huella del cuerpo de su amigo, que había
conseguido salir de debajo de la chapa apoyándose en los dos codos, no eran
exclusivamente de moho. Había algunas de sangre seca. Pete estaba herido. ¿Un corte
al caérsele el techo? ¿Sólo eso?
Henry vio un reguero errático con forma de gusano que partía del molde del
cuerpo de Pete y se detenía en algo que al principio le pareció un palo chamuscado,
pero que, mejor observado, resultó ser otra especie de comadreja. Ésta estaba muerta,
quemada y, donde no la había achicharrado el fuego, en proceso de volverse gris.
Henry la apartó con la punta de la bota. Tenía debajo una masa congelada. Más
huevos. Debía de haberlos puesto en plena agonía.
Henry, de una serie de patadas, cubrió de nieve tanto los huevos como el cadáver
del pequeño monstruo. Después, tiritando, se deshizo la venda improvisada para
echar otro vistazo a la herida de la pierna. Entonces se dio cuenta de cuál era la
canción que le salía de la boca, y la cortó en seco. Poco a poco, caían los primeros
copos sueltos de otra nevada.
—¿Se puede saber por qué lo canto? —preguntó—. ¿Por qué me viene todo el
rato a la cabeza esta mierda de canción?
No esperaba ninguna respuesta. Más que nada, se lo preguntaba en voz alta para
oírse hablar. (Era un lugar muerto, y quizá hasta encantado.) Con todo, recibió una.
«Porque es la nuestra. Es el himno del escuadrón, el que ponemos para entrar a
saco.»
Ahora al este se oía bastante menos ruido de ametralladoras. Casi había terminado
la matanza de animales, pero había hombres, una fila larga de cazadores que en vez
de ir de naranja iban de verde o de negro, y que trabajaban oyendo repetirse la misma
canción, mientras acumulaban una cantidad increíble de carne muerta: / I rode a tank,
held a general's rank, when the blitzkrieg raged and the bodies stank… Pleased to
meet you, hope you guess my name.
¿Qué ocurría, exactamente? No en el salvaje, inverosímil, prodigioso Mundo
Exterior, sino en el interior de su cabeza. Henry siempre había tenido destellos de
comprensión (al menos desde Duddits), pero lo de ahora no se parecía en nada. ¿De
qué se trataba? ¿Había llegado el momento de examinar aquella manera nueva y
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