Page 318 - El cazador de sueños
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extenderlo sin contagiarse él.
—¿Estáis seguros de que no existe esa persona?
—Casi seguros. Si existe… pues nada, para eso está el cordón. —Kurtz sonrió—.
Chico, nos ha tocado el gordo. Hay pocas posibilidades de que exista el agente
inmune, los grises están muertos y la totalidad del Ripley está aislado en Jefferson
Tract. Suerte o Dios. Tú eliges.
Kurtz inclinó la cabeza y se pellizcó la parte más alta del puente de la nariz, como
cuando se tiene sinusitis. Cuando volvió a levantarla tenía los ojos llorosos. Lágrimas
de cocodrilo, pensó Owen, pero a decir verdad no estaba seguro. Tampoco tenía
acceso al cerebro de Kurtz. Una de dos: o ya se había alejado demasiado la ola
telepática, o Kurtz había encontrado la manera de darle con la puerta en las narices.
Sin embargo, cuando su superior retomó la palabra, Owen casi habría jurado que oía
al Kurtz de verdad, a un ser humano, no a un cocodrilo.
—Me retiro, Owen. Al final de esto me doy de baja. Aquí calculo que hay faena
para cuatro días más, máximo una semana, si es tan fuerte la tormenta como dicen; y
mala lo será, aunque la pesadilla no es hasta mañana por la mañana. Supongo que
haré lo que me toca, pero después… Nada, que ya estoy para retirarme del todo, y les
dejaré que escojan: o pagarme o matarme. Yo creo que pagarán, porque sé dónde
están enterrados demasiados cadáveres (lo aprendí de J. Edgar Hoover), pero casi he
llegado al punto de pasar de todo. Tampoco habrá sido lo peor de mi carrera. En Haití
despachamos a ochocientos en media hora (aún tengo pesadillas, y eso que fue en
1989), pero como esto… Ni de lejos. Porque los desgraciaditos de allá fuera, los del
establo, el cercado y el corral… son americanos. Gente que va en Chevrolet, compra
en Kmart y nunca se pierde ¿Quiere ser millonario? La idea de matar americanos, de
hacer una masacre de americanos… eso me revuelve el estómago. Sólo lo haré
porque es la única manera de dar el carpetazo a esta cuestión, y porque la mayoría se
moriría igualmente, y de manera mucho más horrible. Capisci?
Owen Underhill no dijo nada. Creía estar poniendo una cara desprovista de
cualquier expresión, como correspondía, pero cualquier palabra amenazaría con
delatar el espanto que se le estaba metiendo hasta el tuétano. Se esperaba algo así,
pero oírselo decir a alguien…
Visualizó a los soldados yendo hacia la alambrada con la nieve en contra, y oyó
convocar a los presos del establo a través de los altavoces. No había estado en Haití
ni en ninguna otra operación de sus características, pero adivinaba su desarrollo. Su
inminente desarrollo.
Kurtz le observaba con atención.
—No voy a salirte con que la tontería de esta tarde esté del todo perdonada,
porque es agua pasada, pero me debes una, chaval. No me hace falta ninguna
percepción extrasensorial para saber cómo te sienta lo que he dicho, ni derrocharé
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