Page 319 - El cazador de sueños
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saliva aconsejándote que crezcas y aceptes las cosas como son. Lo único que puedo
decirte es que te necesito. En esto tienes que ayudarme.
Los ojos llorosos. El tic casi invisible de la comisura de los labios. Era fácil
olvidarse de que diez minutos antes Kurtz le había destrozado a alguien el pie.
Owen pensó: como le ayude, dará lo mismo que apriete o no el gatillo, porque
estaré tan condenado como los que llevaron a los judíos a las duchas de Bergen-
Belsen.
—Si empezamos a las once, a y media podremos haber acabado —dijo Kurtz—.
Como mucho a las doce. Luego habrá pasado.
—Menos en sueños.
—Eso, menos en sueños. ¿Me ayudarás, Owen?
Owen asintió. Quizá se condenase, pero ya no era momento de soltar la cuerda.
En el peor de los casos podría contribuir a que fuera menos cruel, en la medida en
que pudiera dejar de serlo un asesinato en masa. Más tarde se daría cuenta de la
absurdidad mortal de aquella idea, pero con Kurtz cerca, mirada contra mirada, la
perspectiva era un chiste. La locura de Kurtz, a fin de cuentas, probablemente fuera
mucho más contagiosa que el Ripley.
—Muy bien. —Kurtz volvió a apoyarse en el respaldo de la mecedora, poniendo
cara de alivio y cansancio. Volvió a sacar los cigarrillos, miró el interior del paquete y
se lo ofreció a Owen—. Quedan dos. ¿Los compartimos?
Owen sacudió la cabeza.
—Esta vez no, jefe.
—Pues sal, y si te hace falta pásate por la enfermería y que te den un somnífero.
—No creo que lo necesite —dijo Owen.
En realidad, no sólo le haría falta sino que ya se la hacía, pero no pensaba
tomarlo. Mejor pasar insomnio.
—Bueno, pues ya te puedes ir. —Kurtz dejó que llegara hasta la puerta—. Oye,
Owen…
Owen dio media vuelta abrochándose la parka. Ahora oía el viento de fuera;
empezaba a cobrar fuerza, la que no había tenido durante la zona de bajas presiones
relativamente inofensiva de por la mañana.
—Gracias —dijo Kurtz. Le rebosó del ojo izquierdo una lágrima grande y
absurda que le rodó
por la mejilla. Parecía que no se hubiera dado cuenta. En ese momento, Owen le
tuvo afecto y compasión. A pesar de todo, incluido de saber que era un error—.
Gracias, chavalín.
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