Page 320 - El cazador de sueños
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Bajo el arreciar de la nieve, y ofreciendo la espalda a las peores ráfagas de viento,
Henry miraba el remolque por encima del hombro izquierdo en espera de que saliese
Underhill. Se había quedado solo. Debido a la tormenta, los demás se habían metido
en el establo, donde había un calefactor. Supuso que con el calor ya estarían
disparándose los rumores. Mejor ellos que la verdad que se les venía encima.
Se rascó la pierna, tomó conciencia de ello y miró alrededor, dando una vuelta
completa. Nada, ni prisioneros ni vigilantes. Pese a lo mucho que nevaba, seguía
habiendo tanta luz como si fuera mediodía, por lo cual tenía buena visión en todas las
direcciones. De momento estaba solo.
Se agachó y deshizo el nudo de la camiseta, que cubría la zona donde se había
cortado con la varilla del intermitente. A continuación separó el corte del vaquero.
Era el mismo examen que le habían hecho sus captores en la parte trasera del camión
donde ya tenían metidos a cinco refugiados más. (De camino a las propiedades de
Gosselin habían apresado a otros tres.) Entonces estaba limpio.
Ahora ya no. En medio de la herida, sobre la costra, crecía una hebra muy
delicada de encaje rojo. De no haber sabido qué buscaba, quizá la hubiera confundido
con un poco de hemorragia.
Byrus, pensó. La jodimos.
En lo alto de su campo de visión parpadeó una luz. Henry se incorporó y vio que
Underhill acababa de cerrar por fuera la puerta del remolque. Después de volver a
taparse el agujero de los pantalones con la camiseta, cosa que hizo con la mayor
prontitud, se acercó a la alambrada. Dentro de su cabeza, le preguntó una voz qué
haría si Underhill no se daba por aludido. La voz también quería saber si era verdad
que Henry pensaba delatar a Jonesy.
Vio acercarse a Underhill bajo el resplandor de las luces de seguridad, cabizbajo
contra la nieve y el viento que arreciaba.
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