Page 313 - El cazador de sueños
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la humanidad. Formará parte integrante de lo más gordo que ha pasado en toda esa
historia… y de la comida de coco más grande desde que Dios Todopoderoso creó el
universo y dio un empujoncito a los planetas con la punta del dedo, para ponerlos en
órbita.
—¿Comida de coco en qué sentido?
—Pues mira, Owen, es un cuento muy bonito y que incorpora muchos
componentes de verdad, como las mejores mentiras. El presidente tendrá como
auditorio a un mundo fascinado, a un mundo, Dios me asista, que beberá sus palabras
y casi no se atreverá a respirar. ¿Qué le dirá? Pues que el seis o el siete de noviembre
de este año, al norte de Maine, se estrelló una nave tripulada por seres de otro planeta.
Lo cual es verdad. Dirá que no ha sido del todo una sorpresa, porque tanto nosotros
como los jefes de Estado de otros países miembros del Consejo de Seguridad de la
ONU llevamos como mínimo diez años sabiendo que estamos en el punto de mira de
ET. También es verdad, aunque hay que puntualizar que aquí en América hay gente
que está al tanto de nuestros colegas del espacio exterior desde finales de los años
cuarenta, como yo. También sabemos que en 1974 unos cazas rusos destruyeron una
nave de los grises que sobrevolaba Siberia, aunque los rusos todavía no se han
enterado de que lo sabemos. Es probable que fuera una nave teledirigida, un vuelo de
prueba, como ha habido muchos. Los primeros contactos de los grises se han hecho
con tanta prudencia que se deduce que debemos de darles mucho miedo.
Owen escuchaba con una fascinación enfermiza, confiando en que no se le notara
en la cara ni en el nivel superior de sus pensamientos, al que seguía siendo posible
que tuviera acceso Kurtz.
Lo siguiente que sacó Kurtz de su bolsillo interior fue un paquete de Marlboro. Se
lo ofreció a Owen, que al principio negó con la cabeza, pero después cogió uno de los
cuatro pitillos que quedaban. Kurtz cogió otro y encendió los dos.
—Estoy mezclando la verdad y el cuento —dijo Kurtz después de la primera, y
profunda, calada—. Quizá no sea la mejor manera de explicarlo. ¿Nos ceñimos al
cuento?
Owen no dijo nada. Hacía varios días que casi no fumaba, y la primera calada le
mareó un poco, aunque el sabor era una gozada.
—El presidente dirá que el gobierno de Estados Unidos ha tenido tres razones
para aislar el lugar del accidente y sus aledaños. El primero, de pura logística: siendo
Jefferson Tract una zona tan apartada, y con tan pocos habitantes, se puede poner en
cuarentena, cosa que habría sido imposible si los grises se hubieran estrellado en
Brooklyn, o hasta en Long Island. La segunda razón es que no tenemos claras las
intenciones de los alienígenas. La tercera, que es la más convincente de las tres, es
que los extraterrestres son portadores de una sustancia contagiosa a la que el personal
destacado en la zona llama «hongo de Ripley». Aunque los visitantes alienígenas
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