Page 309 - El cazador de sueños
P. 309

—¿Qué dices, listillo? ¿Has dicho algo? Henry respondió sonriente:
               —Sólo pensaba si te habría tocado algo de la chica. Sabes, ¿no? La que se tiró tu
           hermano a la fuerza. ¿Te dejó que se la metieras después de él?

               El  soldado,  de  tan  sorprendido,  se  quedó  un  momento  con  cara  de  idiota,
           expresión que dio paso a la mayor de las iras. Entonces levantó el rifle, cuya boca le
           pareció a Henry una sonrisa. Henry se bajó la cremallera de la chaqueta y se la dejó

           abierta a pesar de lo mucho que nevaba.
               —Venga —dijo, y rió—. Venga, Rambo, demuestra lo que vales.
               El hermano de Frankie siguió apuntándole un poco más, hasta que Henry notó

           que se le pasaba la rabia. Le había ido de pelos (había visto al soldado intentando
           pensar cómo lo justificaría, qué excusa creíble podía dar), pero había tardado un poco
           demasiado, y el cerebro había conseguido reducir a la bestia roja. Qué familiar era

           todo. En el fondo, los Richie Grenadeau eran inmortales. Eran los dientes del dragón
           del mundo.

               —Mañana —dijo el soldado—. De mañana no pasas, listillo.
               Esta vez Henry dejó que se marchara, renunciando a nuevas provocaciones a la
           bestia roja, a pesar de que las tenía en bandeja. De paso se había enterado de algo… o
           confirmado una sospecha. El soldado le había oído pensar, pero confusamente, puesto

           que  de  lo  contrario  se  habría  vuelto  mucho  más  deprisa.  Tampoco  le  había
           preguntado  a  Henry  de  qué  conocía  a  su  hermano  Frankie.  ¿Por  qué?  Porque  el

           soldado,  de  uno  u  otro  modo,  sabía  qué  hacía  Henry:  se  les  había  contagiado  la
           telepatía a todos. La habían contraído como un virus molesto pero de poca gravedad.
               —Lo  que  ocurre  es  que  mi  caso  es  más  agudo  —dijo,  volviendo  a  cerrarse  la
           cremallera de la chaqueta.

               Y,  como  el  suyo,  los  de  Pete,  Beaver  y  Jonesy.  Ahora,  sin  embargo,  estaban
           muertos tanto Pete como Beav, y Jonesy… Jonesy…

               —Jonesy es el más contagiado de todos —dijo.
               ¿Dónde estaría?
               En el sur. Jonesy había dado la vuelta hacia el sur. La cuarentena de aquellos tíos,
           guardada con tanto celo, había sido quebrantada. Henry supuso que tenían prevista la

           posibilidad, y que no les quitaba el sueño. Creían que no pasaba nada por una o dos
           infracciones.

               Él consideraba que estaban en un error.


















                                        www.lectulandia.com - Página 309
   304   305   306   307   308   309   310   311   312   313   314