Page 327 - El cazador de sueños
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«frena»

               Janas  frunció  el  entrecejo,  sacudió  la  cabeza  y  se  rascó  una  oreja  como  si  le
           hubiera picado una pulga o algo. ¡Joder con el viento! Soplaba tan fuerte que hacía

           dar bandazos a la camioneta. Desaparecieron tanto la autopista como los reflectores,
           poniéndolo otra vez todo blanco. Janas estaba convencido de que les daba a todos un
           yuyu de la hostia, menos a él, que por algo era de Minnesota y dominaba. Sólo era

           cuestión de soltar el pedalito (pasando del freno, que el freno, cuando se conduce con
           nevada, es la mejor manera de meterse en follones), ir piano piano y esperar a que

               «frena»

               —¿Eh?

               Miró  la  radio,  pero,  aparte  de  ruido  de  estática  y  conversaciones  de  fondo,  no
           emitía nada.

           «frena»


               —¡Ay!  —exclamó  Janas  cogiéndose  la  cabeza,  que  de  repente  le  dolía  que  te
           cagabas.

               La camioneta verde derrapó, pero el gesto automático de girar el volante en la
           dirección del derrape hizo que el vehículo volviera a obedecer. El pie de Janas seguía
           levantado del pedal, y el indicador de velocidad del Chevrolet bajaba a gran rapidez.

               Los quitanieves habían abierto un caminito por el centro de los dos carriles en
           dirección sur. Janas viró hacia la capa de nieve que tenía a mano derecha, y las ruedas
           de la camioneta levantaron una neblina de copos que no tardó en llevarse el viento.

           Los reflectores de la barrera brillaban tanto en la oscuridad que parecían ojos de gato.

           «frena aquí»


               Janas gritó de dolor. Se oyó exclamar a sí mismo, desde muy lejos:
               —¡Vale, vale, ya freno, pero para! ¡No estires más!
               Sus  ojos  llorosos  vieron  erguirse  un  bulto  oscuro  al  otro  lado  de  la  barrera,  a

           menos de quince metros. Cuando lo iluminaron los faros, vio que era un hombre con
           parka.
               Andy Janas tenía la sensación de que ya no le pertenecían las manos. Las notaba

           como guantes conteniendo las de otra persona. Era una sensación muy rara, y muy
           desagradable. Las manos giraron el volante hacia la izquierda sin que él las ayudara,
           y la camioneta se quedó parada delante del de la parka.














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