Page 332 - El cazador de sueños
P. 332

6




           Jonesy estuvo a punto de que le atraparan. De hecho, le salvaron los fluorescentes
           que había encendido en su almacén mental. Quizá aquella sala no tuviera existencia

           real, pero, desde el momento en que se lo parecía a él, se lo parecería al señor Gray
           cuando llegara.
               Mientras empujaba la carretilla con los contenedores donde ponía DERRY, vio

           aparecer al señor Gray en la embocadura de un pasillo de pilas altas de cajas, como
           por arte de magia. Era el humanoide rudimentario que había estado a sus espaldas en

           Hole in the Wall, la cosa que le había visitado en el hospital. Los ojos inertes habían
           acabado por cobrar vida, y avidez. Sigiloso, le había sorprendido fuera del refugio de
           su despacho, y estaba decidido a echarle el guante.
               Sin embargo, echó hacia atrás el bulto de su cabeza y, antes de que se protegiera

           los ojos (sin párpados ni rastro de pestañas) con una mano de tres dedos, Jonesy vio
           una expresión en su esbozo gris de cara que sólo podía ser de desconcierto. Quizá

           incluso  de  dolor.  El  ser  venía  de  fuera,  de  la  noche  y  la  nieve,  de  deshacerse  del
           cadáver del conductor, y no estaba preparado para aquel resplandor de supermercado
           barato. También vio otra cosa: que el invasor había robado la expresión de sorpresa
           de su huésped. Hubo un momento en que el señor Gray fue una caricatura espantosa

           del propio Jonesy.
               Su sorpresa concedió el tiempo justo a Jonesy, que, empujando la carretilla casi

           sin  darse  cuenta,  y  sintiéndose  como  la  princesa  cautiva  de  un  cuento  de  hadas
           retorcido, se metió corriendo en el despacho. Después, notó más que vio que el señor
           Gray  le  perseguía  con  sus  manos  atroces  de  tres  dedos  (la  piel  gris  parecía  carne
           cruda y muy pasada), y cerró de un portazo justo antes de que le dieran alcance. Al

           girar  se  dio  un  golpe  con  la  plataforma  en  la  cadera  operada  (asumía  que  estaba
           dentro de su cabeza, pero no era óbice para que fuera todo muy real), y corrió el

           pestillo en el preciso instante en que el señor Gray se disponía a accionar el pomo e
           irrumpir en la oficina. Jonesy, por si acaso, también apretó el seguro que había en
           medio del pomo. ¿Ya estaba o acababa de añadirlo él? No se acordaba.

               Retrocedió sudoroso, y esta vez se le clavó el mango de la plataforma en el culo.
           Delante, giraba y giraba el pomo. El señor Gray estaba al otro lado, mandando sobre
           el resto de su cerebro (y de su cuerpo), pero incapaz de entrar. No podía forzar la

           puerta; le faltaba peso para echarla abajo, y seso para forzar la cerradura.
               ¿Por qué? ¿Cómo podía ser?
               —Duddits —susurró Jonesy—. Tiene que ver con Duddits.

               El pomo sufrió una sacudida.
               —¡Déjame entrar! —rugió el señor Gray.
               Jonesy pensó que no parecía la voz de un emisario de otra galaxia, sino la de



                                        www.lectulandia.com - Página 332
   327   328   329   330   331   332   333   334   335   336   337