Page 328 - El cazador de sueños
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Era su oportunidad. La atención del señor Gray estaba concentrada en otra cosa.
Intuyendo que cualquier reflexión desvirtuaría su arrojo, Jonesy no pensó; se limitó a
actuar, quitando el cerrojo de la puerta del despacho con el dorso de la mano y
abriendo la puerta de un estirón.
De niño nunca había estado dentro del garaje de Tracker Hermanos (desaparecido
en la gran tormenta del 85), pero estaba casi seguro de que nunca había tenido el
aspecto que se presentó a sus ojos. El despachito cutre daba a una sala tan
descomunal que no se veía el fondo. Arriba había una superficie inabarcable de
fluorescentes, y debajo, columnas enormes hechas con millones de cajas de cartón.
No, pensó Jonesy, millones no, billones.
Sí, debía de ser más correcto hablar de billones. Estaban separadas por miles de
pasillitos. Jonesy tenía delante un almacén infinito, donde era ridículo esperar
encontrar algo. Si se alejaba de la puerta de su despacho-refugio, se perdería
enseguida. Ni siquiera haría falta que se preocupara el señor Gray, porque Jonesy
vagaría hasta la muerte perdido en un desierto inconcebible de cajas y cajas apiladas.
No es verdad, pensó. Es tan difícil que me pierda aquí como en mi dormitorio.
Tampoco hace falta buscar para encontrar lo que quiero. Todo esto es mío. Chaval,
bienvenido a tu propia cabeza.
Era una idea tan tremenda que le hizo sentirse débil, pero no era el momento de
permitirse debilidades ni titubeos. El señor Gray, perfecto invasor de otras galaxias,
no estaría ocupado mucho tiempo con el conductor de la camioneta. Si Jonesy tenía
intención de poner a salvo alguno de aquellos archivos, le convenía darse prisa. La
cuestión era cuáles.
«Duddits —le susurró su cerebro—. Tiene algo que ver con Duddits. Ya lo sabes.
Últimamente te has acordado mucho de él; tú y el resto del grupo. Si habéis seguido
juntos, tú, Henry, Pete y Beaver, es por Duddits. Siempre lo has sabido, pero ahora
sabes algo más. ¿A que sí?»
Sí. Sabía que la causa de su accidente de marzo era que le había parecido ver que
Richie Grenadeau y sus amiguetes volvían a molestar a Duddits. Claro que
«molestar» era la palabra menos indicada para describir lo de detrás del garaje de
Tracker Hermanos. La correcta era «torturar». Jonesy, al ver recreada la tortura, había
bajado a la calle sin mirar, y…
«Tenía cortada la cabeza. Estaba tirada en la cuneta, con los ojos llenos de barro.
Y tarde o temprano todos los asesinos pagan. ¡Hay que joderse!»
La cabeza de Richie. La cabeza de Richie Grenadeau. Jonesy no tenía tiempo de
detenerse en ello. Ahora era un intruso en su propia cabeza, y haría bien en moverse
deprisa.
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