Page 330 - El cazador de sueños
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           Janas vio, petrificado, que su mano izquierda se movía hacia la puerta del conductor
           y la abría, dejando entrar el frío, la nieve y el viento incesante.

               —Oiga, por favor, no me haga más daño; si quiere que le lleve, le llevo, pero no
           me haga más daño, que tengo la cabeza…
               De repente pasó algo a gran velocidad por el cerebro de Andy Janas. Era como un

           tornado con ojos. Lo sintió hurgar entre sus órdenes, la hora en que se le esperaba en
           la  base…  y  lo  que  sabía  de  Derry,  que  era  nada.  Sus  órdenes  le  habían  llevado  a

           cruzar Bangor, pero en Derry no había estado en su vida.
               Sintió que el remolino se retiraba y experimentó un gran alivio (no tengo lo que le
           hace falta, y va a dejar que me marche), hasta entender que lo de dentro de su cabeza
           no  tenía  ninguna  intención  de  soltarle.  El  motivo,  que  necesitaba  dos  cosas:  la

           camioneta y que se callara.
               Janas plantó cara breve pero empecinadamente, y fue su inesperada resistencia lo

           que le dio a Jonesy tiempo para llevarse una pila de las cajas donde ponía DERRY.
           Después el señor Gray volvió a ocupar su puesto al control del motor de Janas.
               Janas vio levantarse una de sus manos, subir hacia el retrovisor, apoderarse del
           bolígrafo y estirarlo hasta romper la goma elástica.

               —¡No!  —exclamó,  pero  era  demasiado  tarde.  Vio  un  rápido  destello,
           correspondiente al momento en que su mano, que asía el bolígrafo como si fuera una

           daga,  se  la  clavaba  en  un  ojo.  Entonces  se  oyó  una  especie  de  reventón,  y  Janas,
           detrás  del  volante,  se  zarandeó  como  una  marioneta  estropeada,  hundiéndose  el
           bolígrafo  en  el  ojo  hasta  la  mitad,  y  luego  hasta  tres  cuartos.  El  globo  ocular
           reventado le colgaba de la órbita como una lágrima rarísima. La punta del bolígrafo

           topó con algo que parecía cartílago muy fino, rebotó ligeramente y acabó por clavarse
           en la sustancia del cerebro.

               Qué eres, cabrón, pensó; qué…
               Dentro de su cabeza se sucedieron el último fogonazo y la oscuridad total. Janas
           cayó de bruces en el volante. Empezó a sonar la bocina.
























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