Page 358 - El cazador de sueños
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           Debajo de la ventana orientada a la alambrada de la zona de confinamiento había una
           vieja bala de heno. Era donde Henry había encontrado sentado a Darren Chiles (que,

           como posesor de la maría, se había agenciado el mejor asiento), y pasó a ocuparla él.
           Se sentó con las manos en las rodillas, y le entró enseguida sueño, a pesar de las
           voces  que  se  le  acumulaban  en  el  cerebro  y  del  profundo  escozor  de  la  pierna

           izquierda. (También empezaba a picarle la boca, donde ya le faltaba un diente.)
               Oyó llegar a Underhill antes de que éste le dijera algo desde el otro lado de la

           ventana. Oyó la proximidad de su mente.
               —Tengo el viento de cara, y casi me tapa el edificio —dijo Underhill—. Estoy
           fumando. Si viene alguien, tú no estás.
               —Vale.

               —Como me digas alguna mentira, me marcho y no vuelves a dirigirme la palabra
           en lo poco que te quedará de vida, ni en voz alta ni… de la otra manera.

               —Vale.
               —¿Cómo has conseguido que salieran los de dentro?
               —¿Por  qué?  —Henry  tenía  la  impresión  de  estar  demasiado  cansado  para
           enfadarse, pero por lo visto no—. ¿Era una prueba?

               —No seas gilipollas.
               —Les  he  dicho  que  tengo  el  Ripley  principal,  lo  cual  es  verdad.  Han  salido

           pitando. —Henry hizo una pausa—. Tú también lo tienes, ¿no?
               —¿Por qué te lo parece? —Henry no notó tensión en la voz de Underhill, y como
           psiquiatra  conocía  los  síntomas.  Al  margen  de  la  clase  de  persona  que  fuera
           Underhill,  Henry  le  adivinaba  una  sangre  fría  fuera  de  lo  común.  Buena  señal.

           Además, pensó, conviene que entienda que la verdad es que no tiene nada que perder.
               —Lo tienes en los bordes de las uñas, ¿no? Y un poco en una oreja.

               —Tío,  vete  a  Las  Vegas,  que  alucinarán.  Henry  vio  levantarse  la  mano  de
           Underhill,  enguantada  y  con  un  cigarrillo  entre  los  dedos.  Supuso  que  acabaría
           fumándoselo el viento.

               —El Ripley principal se contagia directamente de la fuente. Estoy casi seguro de
           que para contraer el secundario hay que tocar algo donde crezca: un árbol, musgo, un
           ciervo, un perro, otra persona… Funciona como con las ortigas. Ya deben de saberlo

           vuestros expertos médicos. Sospecho que me he enterado por ellos. Tengo la cabeza
           como  una  antena  parabólica,  con  todos  los  canales  en  el  mismo  satélite  y  sin
           codificar. Ni puedo distinguir de dónde procede la mitad de los datos, ni me importa

           un carajo. Ahora voy a decirte algo que no saben vuestros expertos. A lo rojo, los
           grises  lo  llaman  «byrus»,  que  significa  «el  material  de  la  vida».  En  determinadas
           circunstancias, la versión principal puede formar los implantes.



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