Page 394 - El cazador de sueños
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—¿Señor Gray?
Silencio.
Jonesy, que estaba de pie al lado de la puerta de lo que ahora, con toda claridad,
era su despacho, sin ningún rastro del de Tracker Hermanos aparte de la suciedad de
las ventanas (la foto de la chica con la falda levantada había sido sustituida por las
caléndulas de Van Gogh), se estaba poniendo nervioso. ¿Qué buscaba el capullo de su
secuestrador?
—¿Dónde está, señor Gray?
Tampoco esta vez hubo respuesta, pero sí la sensación de que volvía el señor
Gray… y de que estaba contento. El muy cabrón estaba contento.
A Jonesy no le gustó.
—Oiga —dijo, manteniendo las manos en la puerta de su refugio, y añadiéndoles
la frente—, voy a hacerle una propuesta entre amigos. Puesto que ya es medio
humano, ¿por qué no se nacionaliza del todo? Yo creo que podemos coexistir. Le haré
de guía. El helado está muy bueno, y la cerveza no digamos. ¿Qué le parece?
Sospechó que el señor Gray tenía la tentación de aceptar, como sólo podía tenerla
un ser básicamente amorfo cuando le ofrecían una forma. Era una propuesta de
cuento de hadas.
Pero no fue suficiente.
Se oyó girar el estárter, y ponerse en marcha el motor de la camioneta.
—¿Qué, colega, adonde vamos? Eso suponiendo que podamos bajar de la colina,
claro.
La única respuesta siguió siendo la sensación inquietante de que el señor Gray
había salido en busca de algo… y lo había encontrado.
Jonesy corrió hacia la ventana y tuvo tiempo de ver que los faros de la camioneta
recorrían la columna erigida en memoria de las víctimas. Debía de haber transcurrido
cierto tiempo, porque la placa había vuelto a taparse.
Lentamente, con precaución y esquivando montones de nieve que ya le llegaban
al parachoques, el Dodge emprendió el descenso de la colina.
A los veinte minutos volvían a estar en la autopista en dirección sur.
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