Page 396 - El cazador de sueños
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Como Henry estaba tan cansado que dormía como un tronco, Owen no pudo
despertarle de viva voz, y optó por llamarle mentalmente. Al hacerlo, descubrió que
se lo facilitaba la proliferación del byrus. Ahora le crecía en tres dedos de la mano
derecha, y casi le había taponado el pabellón de la oreja izquierda con su textura
esponjosa, que picaba. También se le habían caído dos dientes, aunque de momento
no parecía que le creciera nada en los agujeros de las encías.
Kurtz y Freddy se habían librado gracias a la aguzada intuición del primero, pero
los tripulantes de los dos helicópteros de combate supervivientes (al mando,
respectivamente, de Owen y Joe Blakey) eran criaderos de byrus. Desde su
conversación del cobertizo con Henry, Owen oía las voces de sus compatriotas
llamándose por un vacío que hasta entonces no habían sospechado. De momento
escondían la infección, igual que él, sacándole partido al grosor de la ropa de
invierno, pero la estratagema tenía un límite, y no sabían qué hacer.
Desde detrás del cobertizo, al otro lado de la valla electrificada, Owen, que volvía
a fumarse un cigarrillo sin que le apeteciera, fue en busca de Henry y le encontró
bajando con cautela por una cuesta llena de matojos. Arriba se oía un griterío de
niños jugando a béisbol o softball. Henry, adolescente, llamaba a alguien por su
nombre. ¿Janey? ¿Jolie? Daba igual. Estaba soñando, y Owen le necesitaba en el
mundo real. Ya le había dejado dormir al máximo (casi una hora más de lo que tenía
previsto), pero, si pensaban poner el plan en marcha, era el momento indicado. Le
llamó:
«Henry.»
El adolescente se giró con cara de sorpresa. Le acompañaban otros chavales:
tres… no, cuatro. Uno miraba por una especie de tubería. Costaba verles bien, porque
estaban borrosos. De todos modos, a Owen no le importaban. Buscaba a Henry, no a
la versión sorprendida y con granos, sino al adulto.
«Despierta, Henry.»
«No, que está dentro y tenemos que sacarla. Nos…»
«No sé de quién hablas ni me importa tres carajos. Despierta.»
«No, que…»
«Es la hora, Henry. Despierta. Despierta. ¡Despierta
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