Page 420 - El cazador de sueños
P. 420

algo!
               Owen, que conservaba la sonrisa, señaló a la derecha con una mano enguantada.
           Justo  cuando  Henry  giraba  la  cabeza,  otras  dos  balas  mordieron  la  carrocería

           cuadrada del vehículo. Henry se encogió ambas veces, a diferencia de Owen, que ni
           se inmutó.
               Henry vio un grupo de remolques, y delante una colonia de caravanas. Frente a la

           mayor, que a Henry le pareció una mansión sobre ruedas, había seis o siete hombres
           disparándole al Sno-Cat. A pesar de la distancia y el viento, y de que seguía nevando
           mucho,  acertaban  demasiado  a  menudo.  Se  les  estaban  sumando  algunos  hombres

           más, que en algunos casos sólo iban medio vestidos. (Apareció corriendo por la nieve
           un chicarrón con unos pectorales dignos de un tebeo de superhéroes.) El del medio
           del grupo era alto y tenía el pelo gris; el de al lado, más fornido y pelirrojo. Henry vio

           que  el  más  delgado  de  los  dos  levantaba  el  rifle  y  disparaba  como  si  no  hubiera
           apuntado. Oyó una especie de silbido, y notó que le pasaba justo por delante de la

           nariz algo peligroso que zumbaba.
               Por increíble que pareciera, Owen se rió.
               —El del pelo gris es Kurtz, que es el que manda. ¡Qué puntería tiene, el muy
           cabrón!

               Varias balas más rebotaron en los neumáticos y el chasis del Sno-Cat. Henry notó
           la presencia en la cabina de otro objeto zumbante, y de repente se quedó callada la

           radio.  Crecía  la  distancia  entre  ellos  y  los  tiradores  arracimados  alrededor  de  la
           caravana mayor, pero no parecía servir de nada. Henry no veía diferencias: para él,
           todos tenían la misma puntería. En un momento u otro daría uno en el blanco… y, sin
           embargo, Owen ponía cara de contento. Henry sospechó que se había asociado con

           alguien  todavía  más  suicida  que  él,  y  pensó:  cuando  se  haya  acabado  todo  esto
           podremos saltar juntos y cogidos de la mano.

               —El pelirrojo es Freddy Johnson, y el resto son los chicos de Kurtz, los que en
           principio tenían que… ¡Ojo!
               Otro silbido, otra abeja de acero (esta vez entre los dos), y de repente faltaba el
           botón del cambio de marchas. Owen estalló en carcajadas.

               —¡Kurtz! —vociferó—. ¡Te apuesto lo que sea! ¡Ya hace tres años que debería
           estar en el retiro, pero sigue teniendo una puntería que te cagas! —Dio un puñetazo

           en la palanca de mando—. Bueno, ya está bien. Se acabó lo que se daba. Apágales la
           luz, guapetón.
               —¿Eh?

               Owen, sonriendo, señaló con el pulgar la caja de los intermitentes. Ahora a Henry
           las líneas de byrus que tenía debajo de los ojos le parecían pinturas de guerra.
               —Que aprietes los botones. Apriétalos y baja las cortinas.







                                        www.lectulandia.com - Página 420
   415   416   417   418   419   420   421   422   423   424   425