Page 597 - El cazador de sueños
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           Teniendo a Lad medio embutido en la rendija, el señor Gray notó que le llenaba la
           cabeza la voz de Jonesy.

               «Váyase preparando, señor Gray, que la venganza es muy puta.»
               En medio de la garganta de Jonesy surgió un dolor brutal. El señor Gray levantó
           las manos de Jonesy, profiriendo una serie de ruidos guturales que no llegaban a ser

           gritos. No tocó la piel del cuello de Jonesy, tersa y con pelitos, sino la propia, cortada.
           Lo más fuerte que sentía era una mezcla de susto e incredulidad, última emoción de

           Jonesy a la que recurría. No podía ser. Aquellas cosas siempre llegaban en las naves
           de los viejos; siempre levantaban las manos para rendirse; siempre ganaban. No podía
           ser.
               Pero era.

               Más que diluirse, la conciencia del byrum se desintegró. Al morir, la entidad que
           había llevado el nombre de señor Gray regresó a su estado anterior. En el momento

           de pasar de «alguien» a «algo» (y justo antes de que ese «algo» se convirtiera en
           «nada»), el señor Gray dio el último y brutal empujón al cuerpo del perro, que se
           hundió en la rendija… pero no tanto como para caerse.
               El último pensamiento teñido de Jonesy que tuvo el byrum fue: «Debería haberle

           hecho caso. Debería haberme naciona…»















































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