Page 598 - El cazador de sueños
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Jonesy hace un corte en la papada del señor Gray con el mando de la tele, y en el
momento de abrirse el cuello de la cosa, como una boca, sale una nube de algo
anaranjado que mancha el aire de color sangre, antes de caerse en la colcha en forma
de lluvia de polvo y pelusa.
Bajo las manos de Jonesy y Henry, el cuerpo del señor Gray sufre una convulsión
galvánica que no se repite. A continuación se arruga como lo que siempre ha sido, un
sueño, y se convierte en algo conocido. Jonesy tarda un poco en relacionar las dos
cosas. Los restos del señor Gray se parecen a los condones que vieron en el suelo del
despacho abandonado del garaje de Tracker Hermanos.
«¡Está…!»
Jonesy quiere decir «muerto», pero de repente le parte en dos un dolor
insoportable. Esta vez no es la cadera, sino la cabeza. Y el cuello. Y de repente tiene
en el cuello un collar de fuego. Y se ha vuelto transparente toda la habitación. ¡Joder!
Ve a través de la pared, que da al interior de la caseta, donde el perro atascado en la
rendija está pariendo un ser rojo y repugnante que parece un cruce de comadreja y
gusano gigante. Lo reconoce: es uno de los byrum.
Manchado de sangre, caca y restos de su propia placenta membranosa, mira a
Jonesy fijamente con sus ojos negros sin cerebro (y Jonesy piensa: son los de él, del
señor Gray), mientras Jonesy le ve nacer, estirar el cuerpo, intentar soltarse, querer
caerse en la oscuridad, hacia donde se oye correr el agua.
Jonesy mira a Henry.
Henry le mira a él.
Sus miradas jóvenes de sorpresa se encuentran fugazmente… hasta que empiezan
a desaparecer ellos.
«Duddits —dice Henry como de lejos—. Se está yendo Duddits. Jonesy…»
Adiós. Quizá Henry haya querido decir adiós. No tiene ocasión, porque
desaparecen ambos.
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