Page 608 - El cazador de sueños
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           De momento, el objetivo estratégico de Freddy Johnson era al mismo tiempo muy
           práctico  y  a  muy  corto  plazo:  quería  hacer  girar  el  Humvee  de  los  huevos  sin

           quedarse atascado. En caso de conseguirlo, su intención era superar la grieta de East
           Street (donde se había quedado el Subaru perseguido por Owen) sin meterse en ella
           de  morros.  Si  conseguía  volver  a  la  carretera  de  acceso,  quizá  pudiera  ampliar  un

           poco sus expectativas. Mientras abría la puerta del Humvee del jefe y se sentaba al
           volante, reapareció en su cabeza el recuerdo de la autopista. En sentido sur, la 1-90

           llevaba a mucho oeste americano. Muchos lugares donde esconderse.
               Al cerrar la puerta, la peste a pedos acumulados y alcohol etílico frío fue como
           una bofetada. ¡Pearly! ¡Coño, el hijo de puta de Pearly! Con la emoción se le había
           olvidado que existiera.

               Freddy  se  giró  con  el  arma  en  alto…  pero  Pearly  seguía  frito.  No  hacía  falta
           gastar otra bala. Con suerte, Pearly moriría de congelación sin despertarse. Él y su

           compañeri…
               Sin embargo, Pearly no estaba ni dormido ni frito. Tampoco estaba en coma, sino
           muerto.  Y  parecía…  reducido.  Casi  momificado.  Tenía  las  mejillas  chupadas  y
           arrugadas, y las órbitas muy marcadas, como si debajo de las finas membranas de los

           párpados  se  le  hubieran  caído  los  ojos  en  el  cráneo  vacío.  Por  otro  lado,  estaba
           apoyado en la puerta del copiloto en una postura extraña, con una pierna levantada y

           casi encima de la otra. Parecía que se hubiera muerto intentando ejecutar un paso de
           baile. Se le había oscurecido el camuflaje de los pantalones del uniforme, que ahora
           tenían color de barro, y el asiento, debajo, estaba mojado. Los dedos de la mancha
           que apuntaba hacia Freddy eran rojos.

               —¿Qué co…?
               En el asiento de atrás se oyó un chillido ensordecedor, como cuando se pone a

           tope el volumen de un equipo de música muy potente. Freddy vio que se movía algo
           con el rabillo del ojo derecho. Apareció en el retrovisor un bicho inverosímil que le
           arrancó una oreja, le mordió la mejilla, se le metió en la boca y le clavó los dientes en

           la  mandíbula,  por  la  parte  interior  de  las  encías.  A  continuación,  el  bicho  caca  de
           Archie Perlmutter arrancó el lateral de la cara de Freddy como alguien hambriento
           arrancando una pata de pollo.

               Freddy gritó y descargó el arma contra la puerta del copiloto. Después levantó un
           brazo e intentó apartar al bicho, pero le resbalaron los dedos en una piel tersa, recién
           nacida. La comadreja retrocedió, echó la cabeza hacia atrás y se tragó lo que había

           arrancado como un loro engullendo un pedazo de carne cruda. Freddy buscó a tientas
           el  tirador  de  la  puerta  de  su  lado  y  lo  encontró,  pero  no  tuvo  tiempo  de  estirarlo,
           porque volvió a atacar la cosa, que esta vez hundió la boca en el músculo de donde se



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