Page 612 - El cazador de sueños
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escupiendo pétalos de fuego amarillo por debajo. Los neumáticos traseros salieron
           disparados. La nieve que caía se roció de cristales rotos, que en todos los casos le
           pasaron a Henry por encima de la cabeza. A continuación, como el calor empezaba a

           ser insoportable, retrocedió a rastras cogiendo el fusil por la correa y riéndose como
           loco. Se produjo otro estallido, y el aire se llenó de metralla.
               Henry se levantó como cuando se sube por una escalera de mano, usando como

           travesaños las ramas de un árbol que estaba a mano. Jadeando, riéndose, se quedó de
           pie con dolor en las piernas y la espalda, y una sensación extraña en la nuca. Ahora
           ardía toda la mitad trasera del Humvee de Kurtz. Dentro se oían los chirridos furiosos

           de la cosa quemándose.
               Dibujó un gran arco hacia el lado del copiloto del Humvee en llamas y apuntó
           hacia la ventanilla rota, pero se quedó con el entrecejo fruncido hasta que comprendió

           por qué le parecía una tontería tan grande. Ahora el Humvee tenía rotas todas las
           ventanillas. Sólo quedaba cristal en el parabrisas. Volvió a reírse. ¡No había que ser

           gilipollas ni nada!
               A  través  del  infierno  de  llamas  de  la  cabina  del  Humvee,  seguía  viendo  las
           sacudidas de borracho de la comadreja. ¿Cuántas balas le quedaban, por si al final
           salía el bicho? ¿Cincuenta? ¿Veinte? ¿Cinco? Hubiera las que hubiera, tendrían que

           bastar. No estaba dispuesto a arriesgarse a volver al Humvee de Owen para recargar.
               La cosa, sin embargó, no llegó a salir.

               Henry  montó  guardia  cinco  minutos,  y  los  extendió  a  diez.  Nevaba,  ardía  el
           Humvee  y  subía  por  el  cielo  una  columna  de  humo  negro.  Henry  pensaba  en  el
           desfile  de  las  fiestas  de  Derry,  en  la  aparición  de  un  hombre  alto  con  zancos,  del
           legendario vaquero; se acordó de la emoción de Duddits, que no se estaba quieto. Se

           acordó de Pete esperando al resto del grupo en la puerta del colé, con las manos en la
           boca  para  que  pareciera  que  fumase.  De  Pete  y  sus  planes  de  ser  el  capitán  de  la

           primera expedición tripulada a Marte de la NASA. Pensó en Beaver y su chaqueta de
           cuero,  en  sus  palillos,  y  en  la  nana  que  le  cantaba  a  Duddits.  Pensó  en  Beav
           abrazando  a  Jonesy  en  la  boda  de  este,  diciéndole  que  tenía  que  ser  feliz  por  los
           cuatro.

               Jonesy.
               Una vez que Henry tuvo la certeza absoluta de que la comadreja estaba muerta

           (incinerada), se metió por el sendero a fin de averiguar si Jonesy aún estaba vivo. No
           tenía mucha esperanza… pero descubrió que tampoco había renunciado del todo a
           ella.














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