Page 614 - El cazador de sueños
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EPÍLOGO
SEPTIEMBRE, DÍA DE LOS
TRABAJADORES
El universo es una puta…
NORMAN MACLEAN
Otro verano al carajo, pensó Henry.
La idea, sin embargo, no tenía nada de triste; había sido un buen verano, y
también sería un buen otoño. Iba a ser un año sin caza, y seguro que recibía alguna
que otra visita de sus nuevos amigos militares (ante todo, los nuevos amigos militares
querían cerciorarse de que no criara ninguna excrescencia roja en la piel), pero no
dejaría de ser un buen otoño. Aire fresco, días claros, noches largas.
A veces, pasada la medianoche, Henry seguía recibiendo la visita de su viejo
amigo, pero en esos casos se limitaba a quedarse sentado en el estudio con un libro en
el regazo y esperar a que volviera a marcharse. Siempre acababa marchándose.
Siempre acababa saliendo el sol. El sueño perdido de una noche se recuperaba a la
siguiente. Era como recibir a una amante. Lo había aprendido desde noviembre
pasado.
Henry bebía una cerveza en el porche de la casa de campo que tenían Jonesy y
Carla en Ware, la de la orilla del estanque Pepper. El extremo sur del embalse
Quabbin se hallaba unos siete kilómetros al noroeste de donde estaba sentado. Al
igual, naturalmente, que East Street.
La mano que sujetaba la lata de cerveza Coors sólo tenía tres dedos. Había
perdido los otros dos por congelación, fuera en su travesía por la nieve por Deep Cut
Road, con origen en Hole in trie Wall, fuera arrastrando a Jonesy hacia el Humvee
restante en una camilla improvisada. Por lo visto, el otoño pasado había sido un otoño
de arrastrar gente por la nieve, con una mezcla de éxitos y fracasos.
Cerca de la playita, Carla Jones preparaba una barbacoa. Noel, el bebé, con el
pañal caído, gateaba a su izquierda, alrededor de la mesa de picnic. Una de sus manos
agitaba alegremente una salchicha chamuscada. Los otros tres hijos de Jonesy, cuyas
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