Page 616 - El cazador de sueños
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—Muy  gracioso.  —Jonesy  se  encogió  de  hombros  y  enseñó  los  dientes—.  Tú
           mismo.
               Henry levantó la cerveza.

               —Por los amigos ausentes.
               Hicieron chocar las latas y bebieron.
               —¿Y Roberta? —preguntó Jonesy. Henry sonrió.

               —Pues está muy bien. En el funeral no lo veía yo tan claro…
               Jonesy asintió con la cabeza. En el funeral de Duddits, Roberta había estado entre
           los dos; mejor, porque apenas se tenía en pie.

               —…  pero  se  está  recuperando  mucho.  Dice  que  quiere  abrir  una  tienda  de
           artesanía, y me parece buena idea. Claro que le echa de menos. Desde que se murió
           Alfie, su vida era Duds.

               —Y la nuestra —dijo Jonesy.
               —Sí, supongo que sí.

               —Tengo  muy  mala  conciencia  por  haberle  dejado  tantos  años  solo.  ¡Él  con
           leucemia, y nosotros sin enterarnos, haciendo los gilipollas!
               —Sí que lo sabíamos —dijo Henry.
               Jonesy le miró con las cejas arqueadas.

               —¡Eh, Henry! —llamó Carla—. ¿Cómo quiere la hamburguesa el señor?
               —¡Muy hecha! —exclamó Henry en respuesta.

               —¡Oído! ¿Me harías el favor de coger al niño? Es que se está poniendo perdido
           de salchicha. Quítasela y que lo coja su papá.
               Henry  bajó  del  porche,  sacó  a  Noel  de  debajo  de  la  mesa  y  le  trasladó  a  las
           mecedoras.

               —¡Eni! —dijo Noel, muy animado. Tenía dieciocho meses. Henry se detuvo con
           un escalofrío en toda la espalda, como si le hubiera interpelado un fantasma.

               —¡Pome, Eni! ¡Pome!
               Noel subrayó su tesis con un buen salchichazo en la nariz de Henry.
               —No,  gracias,  prefiero  esperar  a  la  hamburguesa  —dijo  Henry,  que  siguió
           caminando.

               —¿No quere pomé?
               —No, guapetón. Eni se pome su popia pomida. Ahora, que si me das la porquería

           que tienes en la mano, mejor. Ya te darán otra cuando estén hechas.
               Sacó la salchicha sucia de la manila de Noel, sentó a la criatura en las piernas de
           Jonesy y regresó a su asiento. Cuando Jonesy acabó de limpiar el ombligo de su hijo

           de mostaza y ketchup, el bebé casi dormía.
               —¿Por qué has dicho que lo sabíamos? —preguntó Jonesy.
               —No  te  hagas  el  tonto.  Una  cosa  es  que  le  abandonáramos  nosotros,  o  que

           intentáramos  abandonarle,  y  otra  que  nos  abandonara  Duddits.  ¿Tú  crees  que  era




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