Page 67 - El cazador de sueños
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ojos eran ojos serios de niño asustado—. Perdonad por los gases. Nunca me había
           pasado,  ni  haciendo  la  mili,  y  eso  que  entonces  parecía  que  comiéramos  judías  a
           diario. Pero bueno, ya estoy mejor.

               —¿Tienes que echar una meadita antes de acostarte? Jonesy tenía cuatro hijos, y
           la pregunta casi era un automatismo. —No. Lo he hecho en el bosque, justo antes de
           que me encontraras. Gracias por haberme dejado entrar. Gracias a los dos.

               —Ni gracias ni hostias —dijo Beaver, nervioso y moviendo los pies—, que lo
           habría hecho cualquiera.
               —Puede  que  sí,  puede  que  no  —dijo  McCarthy—.  Reza  la  Biblia:  «Mira  que

           estoy a la puerta y llamo.»
               Fuera redoblaba la fuerza del viento, haciendo temblar Hole in the Wall. Jonesy
           aguardó a que terminara McCarthy (parecía que fuera a decir algo más), pero éste se

           limitó a levantar los pies del suelo y taparse con las mantas.
               En lo más hondo de la cama de Jonesy sonó otro pedo largo y vibrante, y Jonesy

           decidió que no podía más. Una cosa era acoger a alguien extraviado y que llegaba a
           tu casa con una tormenta en ciernes, y otra quedarse con él mientras arrojaba una
           serie de bombas de gas.
               Beaver fue tras él y cerró la puerta con suavidad.






















































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