Page 76 - El cazador de sueños
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también estaba granadillo: catorce años había cumplido, y no le faltaba mucho para
completar la segunda vuelta del cuentakilómetros) se salió de los surcos y derrapó
justo después, a pesar de ser un cuatro por cuatro. Henry volvió a encarrilarlo, y poco
le faltó para reírse al ver que a Pete se le caía al suelo la cerveza y oírle berrear—:
¡Hostia! ¡Ten cuidado, cabrón!
Henry redujo la velocidad hasta que el Scout se enderezó. A continuación volvió
a pisar el acelerador demasiado deprisa y con demasiada fuerza, pero a propósito. El
Scout sufrió otro derrape en sentido contrario al anterior, y Pete volvió a desgañitarse.
Entonces Henry aflojó de nuevo, y el Scout recayó en las rodadas para otro trecho
suave, como sobre raíles. Por lo visto, la decisión de no seguir viviendo tenía su lado
bueno: que ya no te ponías nervioso por pequeñeces. Los faros horadaban un día
blanco que se movía con millones de copos de nieve, todos diferentes entre sí, de
acuerdo con la sabiduría popular.
Pete recogió la cerveza (que sólo se había derramado un poco) y se dio unos
golpes en el pecho.
—¿No vas un poco demasiado deprisa?
—En absoluto —dijo Henry, y añadió como si no se hubiera producido ningún
derrape (falso) ni hubiera interrumpido el curso de sus ideas (cierto)— : La histeria
de grupo afecta sobre todo a la gente muy mayor y muy joven. Es un fenómeno muy
documentado, tanto en mi campo como en el de los sociólogos, nuestros vecinos
infieles.
Henry miró hacia abajo y vio que iban a cincuenta y cinco por hora. Sí, en
condiciones así era un poco demasiado. Redujo la velocidad.
—¿Así te gusta más?
Pete asintió con la cabeza.
—No te ofendas, ¿eh? Conduces muy bien, pero es que nieva, y encima llevamos
la comida. —Movió el pulgar por encima del hombro, señalando las dos bolsas y las
dos cajas que llevaban en el asiento trasero—. Aparte de las salchichas, hemos cogido
las últimas tres latas de macarrones con queso Kraft, y ya sabes que Beaver, sin eso,
no vive.
—Ya lo sé —dijo Henry—, y me parece muy bien. ¿Te acuerdas de lo que
contaban sobre sectas satánicas en el estado de Washington? Salió en la prensa a
mediados de los noventa. Las investigaciones apuntaban a una serie de gente mayor
que vivía con hijos, y en un caso con nietos, en dos pueblos al sur de Seattle. Parece
que la avalancha de denuncias de abusos sexuales en guarderías se originó en una de
Delaware y otra de California, donde trabajaban dos adolescentes a media jornada. Se
quejaron las dos al mismo tiempo, y era mentira en los dos casos. Puede que fuera
coincidencia, o que de repente hubiera ganas de dar credibilidad a esas historias y lo
notaran las chicas en el ambiente.
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