Page 79 - El cazador de sueños
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su cara y el metal no más, quizá, de dos o tres centímetros de nieve y aire.
¡Te he esquivado!, pensó eufórico Henry. ¡Te he esquivado, hija de la gran puta!
Entonces se rompió el último y precario hilo de control sobre el Scout, que dio un
embate lateral. Con fuerte vibración, las ruedas volvieron a encontrar los surcos, pero
esta vez transversalmente. El vehículo seguía intentando dar un giro de ciento
ochenta grados, hasta que, con un golpe tremendo, chocó con una roca enterrada o un
árbol pequeño arrancado, volcó por el lado del copiloto (cuya ventanilla se deshizo en
migas brillantes) y se quedó al revés. A Henry se le partió un lado del cinturón de
seguridad, y chocó con el hombro izquierdo contra el techo del coche. Sus huevos
impactaron contra el cambio de marchas, produciendo un dolor instantáneo y
plúmbeo. La varilla del intermitente se le partió en el muslo, y enseguida notó que le
salía sangre y le mojaba los vaqueros. «El clarete», como lo llamaban los locutores
deportivos de la radio de antes, hablando de boxeo: «¡Atención, que ha empezado a
correr el clarete!» Pete chillaba, gritaba o ambas cosas.
El motor del Scout siguió funcionando invertido durante varios segundos, hasta
que surtió efecto la gravedad y lo detuvo. El vehículo quedó reducido a una simple
carrocería volcada en una carretera; seguían girando las ruedas, y los faros
iluminaban los árboles nevados del lado izquierdo del camino. Se apagó uno, pero el
otro permaneció encendido.
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