Page 85 - El cazador de sueños
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idea volvió a darle risa.
—¡Anda que no! —le dijo Pete casi al oído—. Ha hecho un ruido como de
rompérsele el fondillo de los pantalones. ¿Qué ha bebido, señora? —Y a Henry —:
Fijo que algo ha bebido; o anticongelante, o soy un mono.
Henry también lo olía.
De repente los ojos de la mujer se movieron hacia los de Henry, sorprendiéndole
con el dolor que expresaban.
—¿Y Rick? —preguntó—. Tengo que encontrar a Rick. Es el único que queda.
Hizo una mueca, y al levantársele los labios Henry vio que le faltaba la mitad de
la dentadura. Las piezas que quedaban parecían estacas de una valla rota. Soltó otro
eructo, de olor tan fuerte que hizo saltársele las lágrimas a Henry.
—¡Dios! —dijo Pete, casi gritando—. Pero ¿qué le pasa a esta mujer?
—No lo sé —dijo Henry.
De lo único que estaba seguro era que la mujer volvía a presentar la misma
mirada ausente de antes, y de que en buena se habían metido. Si hubiera estado solo,
quizá se hubiera planteado sentarse al lado de ella y pasarle un brazo por la espalda,
lo cual, como respuesta al problema final, aventajaba en interés y originalidad a la
Solución Hemingway, pero había que pensar en Pete. Pete ni siquiera se había
sometido a la primera cura de desintoxicación alcohólica, aunque se viera venir.
Además, tenía curiosidad.
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