Page 109 - Osho - El Equilibrio Cuerpo Mente_Lucid
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psiquiátricos. No están viviendo; hace tiempo que murieron. Siguen
en pie a causa de los médicos, los medicamentos, los nuevos
equipos que ofrece la medicina. Con todo esto van aguantando.
El miedo a la muerte es tan extraordinario: cuando te vayas,
te irás para siempre y nada quedará de ti; porque el
norteamericano sólo conocen el cuerpo y nada más. Si sólo conoces
el cuerpo, resultará que eres muy pobre. Primero, siempre tendrás
miedo a la muerte, y alguien que tenga miedo a la muerte tendrá
miedo a la vida; ya que la vida y la muerte están tan unidas que si
tienes miedo a morir tendrás también miedo a vivir. Es la vida la
que trae la muerte por lo que si temes a la muerte, ¿cómo vas a
amar verdaderamente la vida? Habrá miedo. Es la vida la que trae
la muerte; no puedes vivirla totalmente. Si todo acaba con la
muerte, si estás convencido de ello, entonces tu vida no será otra
cosa que una inútil carrera. La muerte se acerca, no puedes
quedarte quieto. De ahí la manía norteamericana por la velocidad:
todo debe hacerse rápido porque la muerte se acerca, así que
intenta hacer todas las cosas que puedas antes de morir, porque
una vez muerto, ya no habrá nada qué hacer.
Esto crea una situación de gran vacío, y por supuesto,
angustia, ansiedad. Si no hay nada que vaya a sobrevivir al cuerpo,
entonces nada de lo que hagas tendrá mucha profundidad. Nada de
lo que hagas te dejará muy satisfecho. Si la muerte es el final y
nada sobrevive, entonces la vida no puede tener mucha importancia
y significado. Resulta un cuento contado por un tonto, lleno de ruido
y de furia, sin ningún significado.
El hombre consciente sabe que habita dentro del cuerpo, pero
que no es el cuerpo. Lo ama; es su morada, su casa, su hogar. No
está en contra del cuerpo porque es absurdo estar en contra de tu
propia casa, pero no es un materialista. Es práctico, pero no es
materialista. Realista, pero nunca materialista. Sabe que al morir no
muere nada. La muerte llega, pero la vida continúa.
Te contaré un cuento:
El entierro había acabado y Desmond, el sepulturero, se paró
al lado de un caballero anciano.
“¿Era pariente suyo?”, preguntó el enterrador.
“Sí, así es”, respondió el caballero anciano.
“¿Qué edad tiene usted?”.
“Noventa y cuatro”.
“¡Humm! –exclamó Desmond- casi no merece la pena que se
marche usted a casa”.
Todo se concentra en la vida del cuerpo; ¡si tienes noventa y
cuatro, olvídate! Entonces apenas merece la pena volver a casa;
más vale morirse. ¿Qué sentido tiene regresar? Vas a tener que
volver de nuevo. No vale la pena… Si la muerte es la única realidad,
entonces ¿qué más da que tengas noventa y cuatro o veinticuatro?