Page 115 - Osho - El Equilibrio Cuerpo Mente_Lucid
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que estás haciendo como una meditación –no como si se tratara de
                   las olimpiadas, sino haciéndolo como una meditación- entonces
                   resulta extraordinariamente hermosa... Pero la base fundamental
                   es, sea cual sea la meditación, cumplir con estos requisitos: el
                   cuerpo, la mente, la conciencia, las tres deben funcionar como una
                   unidad. Entonces de repente un día surge la cuarta: la testimonial.
                   O si quieres, llámala Dios; llámala Dios o nirvana o tao, llámala
                   como quieras.




                                                  Tú No Eres El Cuerpo

                          Si uno se siente identificado con el cuerpo, siempre tiene
                   prisa; de ahí el desasosiego occidental, su obsesión con la rapidez.
                   Básicamente se trata de una identificación con el cuerpo. La vida
                   sucede de prisa, se te va de las manos: haz algo y hazlo ahora
                   mismo, date prisa en hacerlo, además porque de lo contrario no te
                   servirá de nada. Debes hallar los mejores medios para hacerlo,
                   medios más eficaces. La rapidez se ha convertido en una manía. La
                   manera de llegar a un lugar lo más de prisa posible; eso es lo que
                   de verdad cuenta. El motivo por el que quieres llegar no le importa
                   a nadie. ¿Para qué quieres llegar a ningún sitio? No te lo planteas,
                   el caso es llegar lo antes posible. En el momento que llegas a tal
                   punto, ya empiezas a pensar en alcanzar otra meta. La mente está
                   en un estado febril permanente. Básicamente se debe a que nos
                   identificamos con la periferia, y como el cuerpo va a morir, la
                   muerte nos obsesiona. La muerte es todavía tabú en Occidente. Sí,
                   se ha roto un tabú, y éste es el del sexo; pero el segundo tabú, que
                   está más arraigado que el primero, existe todavía. Hace falta un
                   nuevo Freud para que lo rompa. La gente no habla de la muerte, y
                   si lo hace, es con eufemismos: que el hombre se ha ido al cielo, a
                   juntarse con Dios en eterno descanso. Pero si el hombre ha vivido
                   solamente en el cuerpo, no ha ido a ninguna parte. Está muerto,
                   simplemente muerto; polvo al polvo. Y el que ha pasado a otro
                   cuerpo nunca estuvo en éste, porque nunca se identificó con él; ese
                   hombre permaneció completamente al margen de él.
                          En cambio, puedes llegar a tomar contacto con tu percepción
                   más íntima. El cuerpo es pesado, prominente, es aparente, visible,
                   táctil, tangible. La percepción no es visible, no se ve por fuera. Uno
                   debe buscarla, uno debe escarbar en ella. Hace falta esfuerzo, es
                   necesario un empeño constante para explorar el propio ser. Es un
                   camino, pero una vez que uno comienza a sentir la consciencia, se
                   vive en un mundo totalmente diferente. Entonces no hay prisa
                   porque la consciencia es eterna, y no hay preocupación porque la
                   consciencia no conoce enfermedad, ni muerte, ni fracaso.
                          En tal caso no hay necesidad de buscar nada más. El cuerpo
                   carece de todo, de ahí que no pare de crearse deseos para sí
                   mismo; el cuerpo es un mendigo. Pero la consciencia es emperatriz;
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